Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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martes, 19 de junio de 2012

El acoso escolar deja huellas en agredidos y agresores

 

 

Secuelas en la autoestima. El niño que ejerce una situación de violencia a veces alega haber sido herido previamente, por ejemplo por una mala mirada. Además, le cuesta salir de ese rol.

Alejandra Beresovsky (aberesovsky@lavozdelinterior.com.ar)

El acoso escolar deja huellas en agredidos y agresores 

El bullying o acoso escolar, es decir el hostigamiento de un niño a otro sostenido en el tiempo, obliga a repensar la actuación de adultos e instituciones en los procesos vinculados con la educación. Tanto en el agresor como en el agredido, el bullying puede dejar secuelas en la autoestima, porque coloca a cada uno de ellos en un rol de los que se hacen cargo y les cuesta despegarse. Las situaciones de violencia en las escuelas son cada vez más tempranas y, por otro lado, los niños pasan más tiempo en las instituciones, a través, por ejemplo, de la doble jornada escolar o cuando continúan yendo a guarderías además de asistir a la escuela. La Voz del Interior consultó a Silvia Calleja, Carolina Heredia, Graciela Pericola y Cristina Luque, docentes de la carrera de Psicopedagogía del Instituto de Educación Superior Doctor Domingo Cabred, para analizar el tema.

“Cuando uno visita las escuelas, descubre que ya en segundo grado tienen problemas de violencia”, cuenta Calleja. “Por otra parte, hay temor a abordar el tema, porque se teme a los padres”, agrega. “En las escuelas marginales abren los brazos cuando uno va, pero eso después pareciera asociarse estos problemas a un segmento socioeconómico, cuando en realidad en las escuelas de nivel socioeconómico alto hay igual o mayor grado de violencia que en los contextos marginales”.

Cuando se habla de bullying se piensa que el que sufre es sólo el vulnerado, pero el que ejerce violencia también padece. Calleja explica que, en algunas oportunidades, cuando se indaga en la causa de la situación violenta, el agresor alega, por ejemplo: “me miró mal”. Por otra parte, denunciar una situación o salir de un rol de agresor puede ser costoso en términos de pertenencia a un grupo.

Heredia cuenta que actualmente es habitual que las maestras evalúen el trabajo de un alumno usando el dibujo de una carita con distintas expresiones: feliz, triste o sin muecas. “La maestra es la autoridad que evalúa el acto educativo y lo está marcando con una carita. Hay que ver cómo el chico va significando eso, porque cada una de esas caritas le va otorgando el lugar en el aula, del que se hace cargo el evaluado y que después también le dan sus compañeros”, explica. “Y esos lugares, contextualizados y sostenidos por un discurso, generan situaciones de violencia”.

Para Calleja, esa ausencia de palabras profundiza la cultura de la imagen, que dificulta al niño el proceso de simbolizar y de llegar a la palabra. “Y cuando el chico no puede usar la palabra, pone el cuerpo”, ilustra.

Las profesionales declinan naturalizar las situaciones de violencia considerándolas propias de la edad. “Desde la sociología o la antropología se plantean como prácticas culturales relacionadas con situaciones de pasaje de una etapa a otra; existieron siempre, pero no porque sea un hecho natural, sino porque es un hecho cultural”, afirma Pericola.

Estrategias de defensa
Cuando el niño agredido no desarrolla estrategias defensivas puede somatizar, es decir, comenzar a tener síntomas físicos; o es posible que se resista a ir a la escuela. “Cada uno hace el síntoma que puede frente al malestar”, opina Pericola. Añade que, en lugar de contárselo a los adultos y para no agrandar el problema y no perder la pertenencia a un grupo, a veces calla o forma alianzas. Algunas respuestas institucionales, como la reducción de la jornada escolar al agresivo, también son una situación de violencia, porque afecta un derecho, dice Luque.

Fuente:

http://www.lavoz.com.ar/suplementos/salud/prevencion/acoso-escolar-deja-huellas-agredidos-agresores

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