Hay mucho que andar, mucho que pelear para que esa balanza de cifras escandalosamente minimizada y desequilibrada se corrija y, sobre todo, se erradique de verdad. En este control y equilibrio necesarios entramos todos. Hay que acabar con el ninguneo, oscurantismo y cinismo que rodea a todo el entorno enfermizo y eso pasa no sólo por hacer frente al hostigador y ser solidario con la víctima, sino quizás lo más importante, por denunciar a quienes hostigan y a quienes están obligados a custodiar a los alumnos que al menos, en horario lectivo corresponde al Centro educativo; Centros que, lejos de implicarse, se escudan en un sistemático Síndrome de Negación y mirar a otro lado, asesorados desgraciadamente por quienes deberían INSPECCIONAR hechos y no ser meros y cínicos asesores unilaterales de los centros en cuestión.
La presente bitácora, pretende recoger noticias, documentos, casos reales y toda aquella información conducente a formar, informar, denunciar y a paliar los efectos devastadores de este terrorismo socio-escolar.
miércoles, 2 de mayo de 2018
Día contra el acoso escolar o bullying ¿Algo que celebrar?
Hay mucho que andar, mucho que pelear para que esa balanza de cifras escandalosamente minimizada y desequilibrada se corrija y, sobre todo, se erradique de verdad. En este control y equilibrio necesarios entramos todos. Hay que acabar con el ninguneo, oscurantismo y cinismo que rodea a todo el entorno enfermizo y eso pasa no sólo por hacer frente al hostigador y ser solidario con la víctima, sino quizás lo más importante, por denunciar a quienes hostigan y a quienes están obligados a custodiar a los alumnos que al menos, en horario lectivo corresponde al Centro educativo; Centros que, lejos de implicarse, se escudan en un sistemático Síndrome de Negación y mirar a otro lado, asesorados desgraciadamente por quienes deberían INSPECCIONAR hechos y no ser meros y cínicos asesores unilaterales de los centros en cuestión.
miércoles, 4 de abril de 2018
Suicidios inducidos por acoso escolar. A la familiar de una víctima
domingo, 18 de octubre de 2015
Suicidio por bullying: Otro más ¿Hasta cuándo?
Vagabundo
¿Cuándo se tomarán en serio casos como el de Jokin, Carla Díaz Magniem, la chica que se tiró por los acantilados en Gijón con tan sólo 14 años; Sarai Mondragón con 13 años; Mónica Jaramillo con 15 años; Arancha, joven discapacitada de 16 años que se arrojó por el hueco de las escaleras de su vivienda;y tanta y tanta gente anónima que no se atrevió a denunciar… todas ellas de una forma u otra obligadas a ir a un lugar donde lo de menos era el aprendizaje, socialización y cooperación, como tan repetidamente se nos cuenta, pero donde esa presión y obligación indujeron al suicidio?
El sistema educativo tiene la obligación de proteger a estas víctimas de demasiados depredadores sociales en su horario escolar, al menos; y el sistema institucional en su conjunto la de castigar y proporcionar derechos inherentes al ser humano. La inacción, la negligencia por desidia, el corporativismo exacerbado, la omisión de socorro y ninguneo generalizado sólo es propio de regímenes pseudodemócraticos y cercanos a filosofías fascistas y/o totalitarias, donde el objetivo es abducir a la sociedad mediante propagandas inmaculadas de bienestar, bondades y excelencias varias. Escaparates sólo presentes en publicidades amañadas y engañosas, pero en la praxis demasiadas lejanas a
martes, 28 de julio de 2015
Niño se suicida tras recibir un mensaje. Una historia que debes conocer para que no se repita
El bullying no es una broma, no son cosas de críos y no es algo que podemos ignorar. Este tipo de acoso entre niños y adolescentes se ha cobrado ya demasiadas muertes a lo largo y ancho del planeta.
Como en otros casos de violencia, el bullying se ceba con aquellas personas diferentes y por lo general más débiles, causándoles un terrible estrés y un grave daño en su autoestima.
El silencio de los demás niños y adultos se convierte en cómplice de este problema en demasiadas ocasiones, el problema se ataja cuando ya es demasiado tarde.
Amy Briggs es una madre Nueva York que tiene un mensaje para ti y tus conocidos. Su hijo se suicidó por culpa de las continuas vejaciones que sufría en el colegio, a pesar de decirle a varias personas que iba a quitarse la vida por haber recibido un mensaje de texto muy insultante, pero nadie hizo nada.
El número de suicidios adolescentes ha aumentado en los últimos tiempos a consecuencia de problemas relacionados con la autoestima y el acoso escolar.
No te conviertas en cómplice silencioso, impide cualquier acto de bullying que presencies o habla con los adultos e insiste hasta que hagan algo. Si alguien parece deprimido, interésate por él y alerta a sus familiares, pues la tragedia solo comprende el sufrimiento de los más débiles, sino también el de las personas que sufren su pérdida.
Conoce esta trágica historia y ayuda a difundir su mensaje. No podemos mirar hacia otro lado.
Original: Please don’t let anyone be treated like this boy was. ThinkPOZ.org
https://www.youtube.com/watch?v=XlOtQSIThlA&feature=player_embedded
Fuente:
lunes, 25 de mayo de 2015
Suicidio de adolescente con discapacidad tras sufrir acoso escolar
La familia de la menor, alumna de un instituto madrileño, había acudido a la policía
Pilar Álvarez / Elisa Silió / F. Javier Barroso
Una chica de 16 años se ha suicidado este viernes en Madrid. Se despidió de sus amigas por WhatsApp y se tiró al vacío desde la sexta planta de su bloque de pisos. Estudiaba en un instituto del sur de Madrid capital, en el que había padecido acoso escolar, según denunció su familia hace apenas un mes. La menor, con discapacidad intelectual y motora, contó a sus profesoras que otro alumno del centro le exigía dinero y la coaccionaba con mensajes.
“Estoy cansada de vivir”, escribió la chica en un mensaje de teléfono a sus amigas antes de arrojarse por el hueco de las escaleras. Lo hizo en la vivienda familiar que compartía con su hermano menor y sus padres en el barrio de Usera, al sur de Madrid capital. Era un poco antes de las nueve de la mañana, cuando en el instituto al que asistía estaban empezando las clases un día más. La familia relaciona directamente el hecho con un caso de acoso escolar a la chica que detectó el centro y que sus padres habían denunciado ante la policía.
"Estoy cansada de vivir", escribió a sus amigas en un mensaje
Hace aproximadamente un mes, la familia presentó una denuncia en la comisaría del barrio después de que las tutoras de la menor avisaran a la madre de la chica de que estaba sufriendo acoso escolar por parte de un compañero del centro. Le exigía dinero y ella se puso a trabajar para conseguirlo. “Cuidaba de gente mayor y juntó los 50 euros que le pedía este sinvergüenza”, relataba conmocionado su tío a EL PAÍS en el rellano de la vivienda de la abuela, situada en otro barrio obrero de la capital, el Pozo del Tío Raimundo.
La alumna sufría una discapacidad motora y otra intelectual “de entre el 30% y el 40% que le hacía comportarse como una niña de 10 años”, según su tío. Repitió un curso y este año asistía a 2º de la ESO en el instituto en el que, según fuentes del centro, varios menores tuvieron que ser atendidos por los médicos por “ataques de ansiedad” tras conocer lo que le había pasado a la muchacha.
Fuentes de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid aseguran que no les constaba que esta menor hubiera tenido algún problema psicológico ni enfrentamientos anteriores con otros alumnos, un extremo que desmienten tanto la familia como las fuentes del centro consultadas por EL PAÍS.
Tras conocer la muerte de la estudiante, Educación envió al centro a un psicólogo y a dos inspectores que están valorando qué ha ocurrido, después de reunirse con profesores y con la única orientadora del instituto, al que acuden unos 1.200 alumnos. Sus familias han protagonizado distintas movilizaciones en los últimos años para pedir mejores dotaciones y más personal. La consejería ha anunciado que a partir del próximo lunes todos los alumnos que lo requieran serán tratados por especialistas.
Según el tío de la menor, esta le relató a sus profesoras el supuesto acoso del que era víctima y les enseñó los mensajes que recibía del chico. “No era la única a la que tenía atemorizada en el instituto, pero sí la única que lo denunció”, explica el mismo familiar.
Las tutoras avisaron a la madre de la chica, una niña “amable, superbuena y muy protectora con su hermano menor” que “reventó y contó su caso”. Ni su madre ni el resto de familiares llegaron a ver los mensajes enviados por el supuesto acosador. Cuando acudieron a presentar la denuncia a la comisaría, ella los había borrado.
Los docentes habían citado a la familia el próximo lunes en el centro para abordar el caso, según su tío, porque el pasado jueves la notaron muy nerviosa. Pero no dio tiempo: la joven ya no volverá a clase.
Fuente:
http://politica.elpais.com/politica/2015/05/22/actualidad/1432324829_320181.html
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lunes, 23 de febrero de 2015
«Que el suicidio de mi hija sirva para que el bullying sea delito, no una simple falta»
Monserrat Magnien, madre de Carla, pide también que los profesores sepan detectar el acoso escolar
Fotografía: Mario Rojas
El dolor por la pérdida de su hija, que se suicidó tirándose por un acantilado al no poder soportar ser víctima del acoso de sus compañeros de clase, le hace arrastrar las palabras. Pero no le quita un ápice de claridad. «El acoso escolar debe ser reconocido como delito por la ley, y no se puede quedar en una simple falta». Su petición llega tras conocerse la pena impuesta a las dos únicas chicas imputables por el bullying que sufrió la niña, a su juicio, «irrisoria, dadas las circunstancias y el resultado de sus acciones: tareas psicosociales durante cinco meses. La tercera en discordia era menor de 14 años, pero si son menores para este tipo de acciones, son menores para todo».
Su segundo objetivo es que el suicidio de su hija sirva para que se obligue a «los profesores a estar capacitados y preparados para detectar estas cosas», y que «los centros escolares no miren para otro lado». «Hay una cosa clara —relata—, y es que en el caso de nuestra hija, lo sabían. Porque no fue un episodio ni dos. Ella se quejó al centro y no le hicieron caso. Cuando un profesor sabe perfectamente las dinámicas que se suceden en su clase, y si un pequeño no sale al recreo a jugar, o está triste y llora en el baño». La realidad es, piensa Magnien, que «unos se dan cuenta y otros no lo quieren ver. Es como si reconocer que un centro escolar tiene este tipo de problema le desprestigia. Cuando yo creo que es al revés, les daría más prestigio. Tú cuando eliges un colegio crees que tu hijo estará protegido, cuidado... dado que no es un número, sino una persona. No son cosas de niños».
Fuente:
martes, 27 de enero de 2015
Malnacidas (Esas jóvenes, y no tan jóvenes, hijas de puta)
Manuel Rodríguez G. Rodríguez G.
Acabo de encontrarme con un artículo del excelente escritor Arturo Pérez-Reverte, donde como viene siendo costumbre – atípica sana costumbre en un nada apocado pensante insumiso de nuestra lánguida libertad pseudodemocrática- califica a cada quien con su referencia más precisa: en este caso como HIJAS/OS DE PUTA.
Uno no es tan valiente, ni tan directo a la hora de nombrar a cierta gentuza, como lo hace tan maravillosamente mi apreciado Pérez-Reverte. Aunque cientos de veces he recordado a esas HIJAS/OS DE PUTA, sólo las he referenciado como MALNACIDAS/OS porque se dice por aquí por este territorio de demasiados cobardes donde malvivo, que pudiera ser que pudiera que sus madres fueran hasta buenas personas, hasta “santas”, pero no por ellos sus hijas/os dejan de ser verdaderas HIJAS/OS DE PUTA. Personalmente he podido constatar en no pocas ocasiones que su condición le vienen a muchas/os de casta; es decir ellas/os y sus madres son unas verdaderas HIJAS/OS DE PUTA, aunque no por ello debo llamarlas a ellas y a sus madres con esa “pertenencia”, sino apocadamente solo MALNACIDAS porque insisto, pudiera ser que pudiera que sus abuelas o madres de sus madres fueran hasta buenas personas, hasta “santas”…
Me temo que seguiré encontrándome demasiado tiempo y demasiadas veces en este pueblo mío con las/os MALNACIDAS/OS, que putearon y putean a mi hija; con esas HIJAS/OS de PUTAS a los que sólo los llamo así cuando los miro y les acuso con una inmensa mirada de desprecio por el enorme daño que nos hicieron; por supuesto a esas alimañas y a quienes permitieron que un minante acoso y derribo se diera contra nosotros.
Especial mención y recuerdo en estos días a una HIJA DE PUTA; perdón quise decir MALNACIDA, a la que Don Dinero en su momento a través de “papaito”, la colocó en la poltrona de máxima responsable de un centro dependiente de una Caja de Ahorros de todos conocida, para que la “princesita” dirigiera un colegio de alumnado con muy graves problemas y a los que – me contaron autoridades – no dudó en esconder y silenciar muy graves sucesos entre ellos. Por supuesto la zafia HIJA DE PUTA, - disculpas al lector – sólo lo decía de pensamiento, ya que solo quería escribir MALNACIDA; por supuesto como decía, la muy harpía no dudó en defender su “ética y profesionalidad” atacando a víctima y familia y, cómo no, apoyándose en bulos y rumorologías que en su día se habían construido con gente tan HIJA DE PUTA, como esta MALNACIDA…
Quienes se sientan ofendidos o sencillamente crean inoportunos, soeces y poco correctas ciertas expresiones calificadoras les invito a empatizar con la madre de Carla -principal víctima viva de este estado imperante nuestro- Su hija ya no está con nosotros.
A quienes, (como yo, mi hija y mi familia) habéis sufrido este terrorismo psico-social no hace falta comentaros nada. Desgraciadamente sabéis de qué hablamos
Os dejo con el crudo, pero interesante, honesto y valiente escrito de Pérez-Reverte
Esas jóvenes hijas de puta
Arturo Pérez-Reverte
http://www.finanzas.com/xl-semanal/firmas/arturo-perez-reverte/index.html
Supongo que a muchos se les habrá olvidado ya, si es que se enteraron. Por eso voy a hacer de aguafiestas, y recordarlo. Entre otras cosas, y más a menudo que muchas, el ser humano es cruel y es cobarde. Pero, por razones de conveniencia, tiene memoria flaca y sólo se acuerda de su propia crueldad y su cobardía cuando le interesa. Quizá debido a eso, la palabra remordimiento es de las menos complacientes que el hombre conoce, cuando la conoce. De las menos compatibles con su egoísmo y su bajeza moral. Por eso es la que menos consulta en el diccionario. La que menos utiliza. La que menos pronuncia.
Hace dos años, Carla Díaz Magnien, una adolescente desesperada, acosada de manera infame por dos compañeras de clase, se suicidó tirándose por un acantilado en Gijón. Y hace ahora unas semanas, un juez condenó a las dos acosadoras a la estúpida pena -no por estupidez del juez, que ahí no me meto, sino de las leyes vigentes en este disparatado país- de cuatro meses de trabajos socioeducativos. Ésas son todas las plumas que ambas pájaras dejan en este episodio. Detrás, una chica muerta, una familia destrozada, una madre enloquecida por el dolor y la injusticia, y unos vecinos, colegio y sociedad que, como de costumbre, tras las condolencias de oficio, dejan atrás el asunto y siguen tranquilos su vida.
Pero hagan el favor. Vuelvan ustedes atrás y piensen. Imaginen. Una chiquilla de catorce años, antipática para algunas compañeras, a la que insultaban a diario utilizando su estrabismo -«Carla, topacio, un ojo para acá y otro para el espacio»-, a la que alguna vez obligaron a refugiarse en los baños para escapar de agresiones, a la que llamaban bollera, a la que amenazaban con esa falta de piedad que ciertos hijos e hijas de la grandísima puta, a la espera de madurar en esplendorosos adultos, desarrollan ya desde bien jovencitos. Desde niños. Que se lo pregunten, si no, a los miles de homosexuales que todavía, pese al buen rollo que todos tenemos ahora, o decimos tener, aún sufren desprecio y acoso en el colegio. O a los gorditos, a los torpes, a los tímidos, a los cuatro ojos que no tienen los medios o la entereza de hacerse respetar a hostia limpia. Y a eso, claro, a la crueldad de las que oficiaron de verdugos, añadamos la actitud miserable del resto: la cobardía, el lavarse las manos. La indiferencia de los compañeros de clase, testigos del acoso pero dejando -anuncio de los muy miserables ciudadanos que serán en el futuro- que las cosas siguieran su curso. El silencio de los borregos, o las borregas, que nunca consideran la tragedia asunto suyo, a menos que les toque a ellos. Y el colegio, claro. Esos dignos profesores, resultado directo de la sociedad disparatada en la que vivimos, cuya escarmentada vocación consiste en pasar inadvertidos, no meterse en problemas con los padres y cobrar a fin de mes. Los que vieron lo que ocurría y miraron a otro lado, argumentando lo de siempre: «Son cosas de crías». Líos de niñas. Y mientras, Carla, pidiendo a su hermana mayor que la acompañara a la puerta del colegio. La pobre. Para protegerla.
Faltaba, claro, el Gólgota de las redes sociales. El territorio donde toda vileza, toda ruindad, tiene su asiento impune. Allí, la crucifixión de Carla fue completa. Insultos, calumnias, coro de divertidos tuiteros que, como tiburones, acudieron al olor de la sangre. Más bromas, más mofas. Más ojos bizcos, más bollera. Y los que sabían, y los que no saben, que son la mayor parte, pero se lo pasan de cine con la masacre, riendo a costa del asunto. La habitual risa de las ratas. Hasta que, incapaz de soportarlo, con el mundo encima, tal como puede caerte cuando tienes catorce años, Carla no pudo más, caminó hasta el borde de un acantilado y se arrojó por él.
Ignoro cómo fue la reacción posterior en su colegio. Imagino, como siempre, a las compis de clase abrazadas entre lágrimas como en las series de televisión, cosa que les encanta, haciéndose fotos con los móviles mientras pondrían mensajitos en plan Carla no te olvidamos, y muñequitos de peluche, y velas encendidas y flores, y todas esas gilipolleces con las que despedimos, barato, a los infelices a quienes suelen despachar nuestra cobardía, envidia, incompetencia, crueldad, desidia o estupidez. Pero, en fin. Ya que hay sentencia de por medio, espero que, con ella en la mano, la madre de Carla le saque ahora, por vía judicial, los tuétanos a ese colegio miserable que fue cómplice pasivo de la canallada cometida con su hija. Porque al final, ni escozores ni arrepentimientos ni gaitas en vinagre. En este mundo de mierda, lo único que de verdad duele, de verdad castiga, de verdad remuerde, es que te saquen la pasta.
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martes, 20 de enero de 2015
Aprendiendo de un suicidio: la triste muerte de Carla
En la Unión Europea, el acoso y maltrato por bullying lo sufren alrededor de 24 millones de niños y jóvenes al año.
José Antonio Marina
Carla Díaz se suicidó a los 14 años, en abril de 2013, victima de acoso escolar. La condena de las dos menores encontradas responsables de ese hecho ha planteado de nuevo el problema del bullying. Ante una tragedia semejante, sólo queda el limitado consuelo de aprovechar la terrible experiencia para evitar que se repita. Por desgracia, de los temas educativos nos acordamos sólo cuando hay malas noticias.
En 1983 se comenzó a tratar con rigor el acoso cuando, en Noruega, se suicidaron tres chicos de edades entre 13 y 14 años por esa causa. Se emprendió una campaña en educación primaria y secundaria, dirigida por Dan Olweus, que se convirtió en la autoridad de referencia en este tema. En España la preocupación se despertó con el suicido de Jokin, en 2006. En todas partes la preocupación es suscitada por hechos dramáticos.
En Massachussets se promulgaron en abril de 2010 leyes estatales que exigen que los casos más severos de acoso escolar sean denunciados a las autoridades, después del suicidio de Phoebe Prince, de 15 años, harta del bullying de que era objeto. Muchos pensaron que una ley penal no resolvía el problema. En 2012, el caso de Amanda Todd, una niña que se suicidó después de dejar un video contando su historia, volvió a estremecer a Estados Unidos.
El problema global del bullying
Según la Organización Mundial de la Salud y Naciones Unidas, cada año se suicidan en el mundo alrededor de 600.000 adolescentes y jóvenes, entre los 14 y los 28 años, y al menos la mitad tiene alguna relación con el bullying. En Europa, las naciones con más acoso son, por este orden, Reino Unido, Rusia, Irlanda, España e Italia. La organización británica contra el acoso juvenil Beat Bullying alerta de que este problema es más serio de lo que parece, ya que “en la Unión Europea, el acoso y maltrato por bullying lo sufren alrededor de 24 millones de niños y jóvenes al año”.
En los últimos tiempos han aparecido modalidades a través de las redes sociales
Los actos de intimidación se dan en un porcentaje mayor en las mismas instalaciones escolares, y después en el trayecto de casa al colegio. Pueden consistir en violencia física o verbal, o en maniobras de exclusión social de un alumno o alumna. En los últimos tiempos han aparecido modalidades a través de las redes sociales, como el bullying electrónico, o el sexting, que consiste en difundir imágenes o videos de alto contenido sexual o erótico para provocar la humillación del afectado. Save the Children ha publicado recientemente un estudio sobre el acoso escolar y el ciberacoso en España, con una propuestas de actuación.
El problema, pues, es muy serio, aunque en España las estadísticas difieren mucho, por la variedad de criterios para medir el acoso. No todo acto de violencia es acoso, ni todas las personas violentas son acosadoras. Hay personas temperamentalmente agresivas, o con sesgos cognitivos, o con mal control de los impulsos, o con síndromes explosivos intermitentes, que pueden producir conductas violentas puntuales, incluso frecuentes.
Pero el acoso –según la definición del Ministerio de Educación– implica que un mismo alumno esté expuesto, de forma repetida y durante un tiempo a acciones negativas que llevan a cabo otros alumnos o grupos de ellos”. Como dice Rosario Ortega, una de las expertas españolas en el tema, “el acoso entre iguales es un fenómeno sostenido de abuso de poder, maltrato y exclusión social, que implica un desequilibrio de fuerzas”.
Causas y soluciones
Como todos los problemas educativos en el del acoso influyen muchos elementos, psicológicos, sociales, y morales. Pone de manifiesto la necesidad de que la sociedad entera colabore a su resolución, aunque familias y centros educativos tienen un papel esencial. En algunos casos, los pediatras pueden ayudarnos a identificar factores de riesgo clínicos. No es un problema irresoluble. De hecho, cuando un centro educativo se empeña, puede eliminar, o al menos reducir drásticamente, la violencia de cualquier tipo en las aulas. Tenemos buenos protocolos para hacerlo.
No se trata de educar a nuestros alumnos en una burbuja, sino de ayudarles a enfrentarse con los problemas
Conocemos los factores de protección y de riesgo. Sabemos que los casos aumentan hasta 3º de la ESO. No se trata de educar a nuestros alumnos en una burbuja, sino de ayudarles a enfrentarse con los problemas. Lo importante es dar a cada caso la importancia que merece, y eso deben determinarlo los profesores, los tutores, los departamentos de orientación y los padres. Hay que eliminar el tópico de que son cosas de adolescentes, que siempre han sucedido, y que sirven para endurecerlos.
Es verdad que han sucedido siempre, pero también es verdad que los efectos pueden ser malos y muy duraderos. Sergio Vila Sanjuan acaba de publicar una obra de teatro (El club de la escalera, Plataforma) donde se cuenta la venganza de una victima de bullying treinta y cinco años después de que los hechos sucedieran. Esta persistencia de los efectos me anima a pedir a los lectores que me envíen información sobre casos que conozcan o que hayan protagonizado.
La prevención del problema debe hacerse con la mayor anticipación posible. En estos hechos intervienen tres tipos de participantes: los acosadores, las víctimas, y los espectadores. A los tres tipos debemos educar para evitar el problema.
El perfil del acosador
Un acosador es una persona que se comporta de una forma que puede satisfacer sus necesidades de emoción, estatus, beneficios materiales o procesos grupales, y no reconoce ni busca satisfacer las necesidades y los derechos de quienes resultan afectados por su comportamiento. En muchos casos se hace por diversión, en grupo. Tienen una preocupante falta de compasión por el dolor ajeno. Eligen a una víctima débil, que no tenga recursos para defenderse, o que tenga algún aspecto que excite su agresividad (como ocurre en los casos de homofobia). El acoso solo dura cuando la víctima no sabe qué hacer, por eso son situaciones tan peligrosas. Cómo sólo se prolongan cuando la víctima es vulnerable, las posibilidades que las víctimas tienen de sobreponerse son muy escasas.
Necesitan ayuda pero, por muchas razones, no la piden. El silencio y el aislamiento son los grandes enemigos de cualquier persona que sufre agresiones domesticas o escolares. Niños y adolescentes no hablan de su problema por diversas razones:
- No quieren parecer incapaces o cobardes.
- Quieren solucionar sus problemas por su cuenta.
- Tienen miedo de que los acosadores descubran que han hablado con algún adulto.
- Temen no ser comprendidos.
- No quieren que sus padres se preocupen.
- Tienen miedo de que los padres tengan una reacción excesiva y empeoren las cosas.
- Sienten vergüenza por el hecho de que esto les suceda a ellos, porque creen que la culpa es suya.
- Pueden ser incapaces de expresarse, tener poca confianza, sentirse confusos o no tener claro lo que deben hacer.
Las semejanzas con la situación de las mujeres maltratadas son evidentes.
Reconoces las señales
Precisamente por esta dificultad de expresarse conviene que los profesores y los padres sepan detectar algunos indicios relevantes.
Son señales de alarma:
- Cualquier cambio súbito del comportamiento normal.
- El rechazo a ir a clase o a participar en las actividades escolares, donde también acuden sus compañeros.
- Caída inexplicable de los resultados escolares.
- Roturas en la ropa, prendas desgarradas.
- Dolores de cabeza, estómago u otras indisposiciones inexplicables.
- Interrupciones frecuente del sueño, dormir más horas de lo normal u otros cambios en las pautas del sueño.
- Evitar a sus compañeros de edad así como los actos sociales de la escuela, el comedor o el patio.
- Súbito desinterés por actividades que antes le gustaban.
- Aspecto triste y deprimido.
- Negarse a ir o volver sólo desde casa a la escuela.
- No querer hablar de lo que pasa en la escuela.
- Perder demasiadas cosas, o pedir dinero (puede estar siendo sometido a un chantaje).
El papel de los docentes
Los docentes también deben saber reconocer señales de alarma en los comentarios, en las relaciones que se establecen en el aula, en el comportamiento en el patio de recreo. El Centro debe tener un protocolo claro de actuación en esos casos, porque no conviene improvisar. Funciona bien el método de “la ventana rota”. Un famoso estudio de Wilson y Kelling sostenía que cuando en un edificio abandonado había un cristal roto y no se reponía, con mucha rapidez aparecían rotos todos los cristales. Un daño pequeño que no se repara incita a daños mayores.
El Centro debe tener un protocolo claro de actuación en esos casos, porque no conviene improvisar
El método broken window recomienda corregir las cosas pequeñas, antes de que se hagan mas graves. Si en la escuela se abordan correctamente las mínimas violaciones de los derechos de un alumno, el nivel de estas violaciones no irá a más. Una de los pasos es advertir a los padres de los acosadores, pero hay que tener en cuenta que muchos padres se niegan a aceptar esos comportamientos de sus hijos y otros no se dan por aludidos.
Una vez más tengo que insistir en que los problemas educativos tienen solución, pero que hace falta saber cuales son, ponerlas en práctica, y conseguir que todas las personas implicadas colaboren. En el afrontamiento del acoso escolar debe intervenir todo el personal de un centro educativo, los padres, los asistentes sociales, los servicios de ayuda o defensa de la infancia.
La importancia de la educación para prevenir
La prevención es lo importante, pero en este terreno, como advertí en el articulo de la semana pasada sobre la “psicología positiva”, no basta con habilidades emocionales. La sentencia a las dos niñas acosadoras de Carla las condena a recibir lecciones de empatía, de control de los impulsos, y de las consecuencias de los actos. El enfoque es muy pobre.
Empatía es un término confuso. Los acosadores entienden muy bien lo que pasa a sus víctimas. Buscan precisamente provocar su reacción emocional, y pueden ser muy hábiles para detectar los puntos débiles. Lo que les falta es compasión, sentirse afectados por el dolor de otra persona. Pero en España este sentimiento se ha desacreditado estúpidamente, considerándolo humillante, cuando en realidad abre el campo de la solidaridad y es el mejor antídoto contra la violencia.
En segundo lugar, los acosadores tienen perfecto control de sus impulsos. No suelen ser personas impulsivas, sino personas que buscan sistemáticamente un tipo de satisfacción destructiva. Y, en tercer lugar, debe comprender las consecuencias, sin duda. Eso significa que conviene sustituir la lógica del castigo (una persona lo impone) por la lógica de las consecuencias (un acto tiene consecuencias desagradables (el castigo) que no está impuesto por nadie, sino provocado por el propio sujeto al actuar).
Lo que necesitan nuestros alumnos es recibir una profunda, razonada, constante educación ética
Pero no basta con estos mecanismos psicológicos. Lo que necesitan nuestros alumnos es recibir una profunda, razonada, constante educación ética.
Lo que estamos viendo en las escuelas no son disfunciones emocionales, sino anestesias morales. Vicente Garrido, psicólogo experto en conductas conflictivas, insiste en sus libros en la necesidad de recuperar la conciencia moral y el sentimiento de culpa…
Fuente:
lunes, 5 de enero de 2015
En memoria de Carla
En cuatro meses de tareas socioeducativas no se cura la chulería ni el desprecio
por el dolor del otro
Montserrat Magnien en una fotografía con su hija. / Paco Paredes
Elvira Lindo
A las víctimas hay que individualizarlas. Ponerles un rostro, una edad, una familia, un barrio, algunas inquietudes, unos cuantos sueños, una debilidad visible o escondida. Los activistas sociales lo saben desde hace tiempo, tanto como para presentar cualquier campaña que pretenda provocar empatía en el ciudadano con un rostro concreto, un nombre y una edad. Carla, por ejemplo. Una chica de 14 años que estudiaba en un colegio, el Santo Ángel de la Guarda, y con una madre que ahora conocemos, Monserrat. Carla se suicidó arrojándose por un acantilado de su ciudad, Gijón, enferma de desesperación por el acoso y la burla a la que le sometían algunas compañeras de clase. Se mofaban de su físico y de su supuesta condición sexual. Las dos chicas que lideraron las vejaciones a las que la adolescente fue sometida el año antes de que se quitara la vida han sido condenadas a cuatro meses de tareas socioeducativas para mejorar su empatía con el prójimo, en particular, con los seres más débiles. ¿Es suficiente? Si es esa la única medida, no, desde luego que no. En cuatro meses no se cura la chulería ni el desprecio por el dolor del otro. Cuatro meses no son nada si no se exige también a los padres de las autoras del delito que recapaciten sobre los valores que jamás se inculcaron en casa y por la poca atención que prestaron a la personalidad oscura y diabólica que iba haciéndose presente en sus hijas. Cuatro meses pasan volando y son estériles si la dirección del colegio en el que tuvo lugar la pesadilla que llevó a Carla a precipitarse al vacío no asume su culpa y emprende un debate para reflexionar sobre una responsabilidad que también debería recaer en un claustro que ignoró o no dio importancia al padecimiento de una de sus alumnas.
Cosas de niñas. Así se resume en más ocasiones de las que pensamos y sabemos la persecución, la burla, el escarnio que ocurren secretamente en los centros escolares. La mayoría de las veces nadie se entera del padecimiento de un niño o de una adolescente. Los chavales no suelen contar demasiado en casa porque viven el acoso al que están sometidos con culpabilidad y vergüenza. Ese silencio permite que los chulos o las chulas actúen impunemente, divirtiéndose con el sufrimiento de la criatura acorralada; por lo demás, el resto de la clase, por un temor comprensible a ser también estigmatizados, suelen callar o colaborar vagamente. Cada cierto tiempo, el horror del acoso escolar se hace visible en la prensa porque la víctima, viéndose sin capacidad para acabar con su angustia, pone fin a su vida. Es así de crudo: sabemos de la víctima por su suicidio. A Carla le daba terror ir al instituto, pero al temor que le producía el encuentro con sus torturadoras había que añadir uno de nuevo cuño: la angustia que le provocaba el comprobar cómo se burlaban de ella a través de las redes, es decir, como divulgaban en el ciberespacio la mofa para tenerla paralizada en un terror sin escapatoria. Ni en su propio dormitorio estaba a salvo la pobre desdichada de sus torturadores, ya sabemos que las injurias en Internet tienen la peculiaridad de colarse por cualquier resquicio. Esta es una historia más común de lo que parece y no se trata solamente de un delito juvenil ni que sufran en exclusiva los adolescentes. La justicia va más lenta que la tecnología y castigar al que delinque en la red, aunque es posible y cada vez más frecuente, tarda un tiempo que a la víctima se le representa como insoportable. Imagino que el castigo al bullying cibernético, agazapada la identidad del malhechor en el cobarde anonimato, acabará precisando de un mecanismo exprés para ser penalizado, dada la rapidez con que en el medio se difunden las injurias.
La tragedia nos enseña que hay que atajar la crueldad cuando brota: desde la casa, la escuela y la justicia
Parece que en estas fechas hay una voluntad colectiva de concordia, que las rivalidades pierden fuste y nuestras columnas se engalanan con buenos propósitos. Tal vez deba ser así, conviene y es saludable que sea así, que el pensamiento se mantenga en suspenso unos días antes de volver a la carga, a la bronca, a la opinión, a la arena. Pero me ha resultado inevitable, después de ver en el periódico esta semana el rostro de Montserrat Magnien, la madre de Carla, pensar que para ella no habrá Nochevieja ni Año Nuevo, que desde el 11 de abril de 2013 el tiempo avanza en una densidad amorfa, sin conceder tregua alguna ni consuelo, empecinada como está su mente en un solo propósito: que se haga justicia. Y he querido que el primer artículo de este año que acabamos de inaugurar esté dedicado a ella, a esta madre que sólo va a encontrar razones para vivir litigando a fin de que su caso, el caso de su hija Carla, se convierta en paradigmático, y que su muerte no haya sido en vano, que nos enseñe a atajar la crueldad cuando brota: desde la casa, la escuela, la justicia, que entendamos la necesidad de enseñar a quienes no tienen demasiadas luces, a los resentidos, a los duros de corazón a sufrir con el dolor ajeno. Y si es que la naturaleza no les ha dado la capacidad de comprender el sufrimiento del prójimo que sea la justicia quien ponga freno a su tara. Quería que mi artículo tuviera un rostro, el de Montserrat, y enviarle desde aquí un abrazo para que no se sienta, como seguro que se sentirá, tan sola.
Fuente:
http://elpais.com/elpais/opinion.html
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miércoles, 31 de diciembre de 2014
Suicidio por acoso escolar: “ ¿Condena o burla judicial?
Sentencia: Delito contra la integridad moral para dos menores expedientadas por el suicidio por acoso escolar de Carla Díez Magniem. Realizarán tareas socioeducativas durante cuatro meses orientadas a mejorar la empatía, control de impulsos y asunción de las consecuencias de sus actos.
(Del colegio no se dice nada)
Condenadas dos menores por acosar a una compañera de colegio que acabó suicidándose
Las dos menores han sido expedientadas por un delito contra la integridad moral. Realizarán tareas socioeducativas durante cuatro meses orientadas a mejorar la empatía, control de impulsos y asunción de las consecuencias de sus actos.
Las dos menores expedientadas por un delito contra la integridad moral de la menor Carla Díez, que se quitó la vida en Gijón en 2013, han asumido este martes los hechos planteados por la Fiscalía de Menores y la acusación particular y realizarán tareas socioeducativas durante cuatro meses.
Las dos jóvenes, investigadas en relación a la muerte de Carla Díez Magnien, fallecida en Gijón el 11 de abril de 2013, han aceptado, cada una de ellas y con la conformidad de todas las partes, la realización de tareas socioeducativas durante cuatro meses orientadas a mejorar la empatía, mejora del control de impulsos y asunción de las consecuencias de sus actos.
El escrito de calificación de conformidad, elaborado por el Fiscal coordinador de Menores, Jorge Fernández Caldevilla, ha sido ratificado esta mañana en el Juzgado de Menores por las dos chicas expedientadas, sus representantes legales, las defensas y la acusación particular. "Cuando estaban ociosas o por simple diversión" se dirigían a su compañera para meterse con ella.
El escrito suscrito por todas las partes refleja que la menor Carla Díaz Magnien, de 14 años, estudiante en el colegio Santo Ángel de la Guarda de Gijón, a finales del año 2012 comenzó a tener problemas en sus relaciones con los compañeros de clase, principalmente porque algunas alumnas se burlaban de ella por un ligero defecto de estrabismo que padecía o porque se había divulgado en el centro que había tenido una relación con otra chica. Los incidentes fueron en aumento en el primer trimestre de 2013, siendo varias las chicas que, ante la indiferencia de la mayoría de los demás alumnos, aprovechaban los momentos del recreo escolar para mofarse reiteradamente de Carla Díaz, y entre ellas, las que lo hacían con mayor frecuencia, y en ocasiones incitaban a otras alumnas a secundarlas, eran las dos menores expedientadas, junto con otra alumna que entonces tenía 13 años. Éstas, "cuando estaban ociosas o por simple diversión", se dirigían a Carla Díaz para meterse con ella, llamándola "bollera" o "virola"; en al menos dos ocasiones en el mes de febrero de 2013 la siguieron hasta el baño, obligándola una vez a encerrarse en el retrete para esconderse de ellas y le arrojaron agua por encima de la puerta.
Carla Díaz comenzó a sentirse atemorizada, temiendo ser agredida si encontraba a esas personas fuera del centro escolar, por lo que llegó a pedir a su hermana que fuera a buscarla a la salida del centro; también a través de las redes sociales realizaron comentarios ofensivos en el mismo sentido contra Carla Díaz. Los hechos son constitutivos de un delito contra la integridad moral del Código Penal. Se trata del primer expediente abierto a las dos menores.
Fuente:
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martes, 9 de diciembre de 2014
VER Y ¿CALLAR?. NO, GRACIAS. VER, DENUNCIAR Y DIVULGAR
PUNTO SIN RETORNO
Sin duda alguna, de los mejores cortos sobre acoso escolar realizados (y son muchos los que he visionado)
Fuente:
http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com.es/2010/11/ver-y-callar-no-gracias-ver-denunciar-y.html
martes, 4 de noviembre de 2014
Carta abierta a un acosador: 'Gente como tú acabó con ella'
MONTSERRAT MAGNIEN
Querido acosador:
Aunque no me conoces, yo a ti sí. Llevas en la frente marcada la 'm' de matón. No encuentro otro calificativo para personas como tú. Porque no te importa para nada el sentimiento y padecimiento de los otros.
Os conozco. Yo a ti te conozco. Durante mucho tiempo unas tipas como tú se dedicaron a destruir la vida de mi hija con la mayor perversidad del mundo. Hoy solo puedo pedir que la justicia os imponga el mayor castigo.
Yo por mi parte intentaré que su muerte no caiga en el olvido y pese sobre vuestra conciencia si es que la tenéis.
Lo primero que quiero hacer es presentarme. Soy la mamá de Carla Díaz, esa niña a la que destruyeron sus ilusiones, su futuro y lo más importante: su vida. Te conozco, matón. A mi niña la insultabais y agredíais. E incluso animabais al resto de compañeros para que se alejaran de ella. Como si fuera una persona con una enfermedad contagiosa.
Carla era una niña cariñosa, afable, risueña, cantarina y llena de vida y de planes. Era inteligente y sabía lo que quería, ya que tenía una gran personalidad. ¿Acaso eso era motivo de odio hacia ella? ¡Dios! ¡Era una niña, mi niña!
Montserrat Magnien, con un retrato de su hija Carla. CARLOS GARCÍA POZO
Querido acosador:
Yo quisiera saber por qué. Yo quisiera saber qué daño os hacía. Yo quisiera saber por qué la odiabais tanto. No puedo entender que llevéis tanta maldad dentro.
Gente como tú acabó con ella. Un jueves se levantó, tomó su desayuno, me colmó de besos... y no volvió. ¿Por qué? Porque cuatro niñatas de mierda se cruzaron en su camino. Ella sólo quería ir al cole y disfrutar como todas las niñas de su edad de aquellas cosas que le gustaban y no tener problemas con nadie, pero cada día se encontraba con personas como tú. ¿Qué le hicisteis ese día? ¿Quién tiene su cazadora y su Blackberry?
A nadie le importaba el que -con su esfuerzo- recuperara las ganas de estudiar, que sacara adelante las asignaturas suspendidas. Cada día os las ingeniabais para humillarla. Si no eran sus gafas, era su condición sexual ¿Por qué os importaba tanto hundirla? Acaso llevar gafas o ser bisexual eran suficientes motivos para sufrir un linchamiento como el que vosotras cometisteis con ella. Qué pena me das, acosador. Porque tu vida estará marcada por todo el mal que has hecho.
Yo querría saber por qué no hubo nadie en su centro educativo que viera en ella una persona y no un número. Quizás fue porque lo único que interesa es que no haya problemas. Todos a callar y aquí no ha pasado nada. ¿Cómo podéis dormir tranquilos? Sólo de pensar que aquel día, durante seis horas de clase, nadie se preocupara de que hubiera un pupitre vacío -el de Carla Díaz-, siento asco. Qué pena tan grande pensar que a mi más preciado tesoro, a mi niña, nadie la echó de menos. No había asistido a clase y nadie se percató de ello. Yo acuso: vosotros, profesores, la teníais que cuidar y proteger.
Querido acosador:
La sociedad dice que no existes, pero yo te he mirado a los ojos y te he visto por dentro. Un corazón ciego. Te escribo esta carta con el sueño de que esto no vuelva a pasar. Para que dejes en paz a los que todo el mundo apalea. Para que te pongas delante de un espejo y te asomes. Dime qué ves.
Me hago preguntas. Como madre y como ciudadana. Diecinueve meses después del suicidio de mi niña me hago preguntas. ¿Que educación damos a nuestros hijos si les mandamos callar ante hechos como éstos? ¿Qué están haciendo las administraciones para acabar con esta lacra? ¿Qué parte de responsabilidad tenemos todos? ¿Qué estarías haciendo ahora si nada hubiera pasado?
No quiero ni puedo entender que unas niñas de estas edades puedan llegar a cometer estos hechos. No puedo entender que el castigo sea mínimo. ¿Acaso con unas tareas sociales van a ser mejores personas?
Querido acosador:
No quiero ni pensar a cuántos niños has acosado, cuántos siguen pasando por lo mismo diariamente, cómo duermes.
Cada minuto de mi vida me pregunto si es posible que yo hubiese llegado a tiempo para impedir aquello. Nunca lo sabré, ahora solo me queda su recuerdo.
'Tk', princesa.
Hasta el infinito.
Montserrat Magnien es la madre de Carla Díaz, la niña que se suicidó con 14 años en 2013 tras meses de acoso escolar y cuyo caso ha reabierto la Fiscalía de Menores.
Fuente:
http://www.elmundo.es/espana.html
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