Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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lunes, 23 de marzo de 2015

Condenadas siete chicas por hacer bullying a una compañera de clase

 

bull004La víctima, de 13 años, sufrió durante un curso y medio toda clase de insultos, agresiones e incluso amenazas de muerte, hasta el punto de que llegó a intentar suicidarse

Àngel Juanpere

Siete jóvenes –que actualmente tienen entre 16 y 18 años– han sido condenadas por hacer bullying a una compañera de colegio, hechos ocurridos durante el curso escolar 2012-2013 y parte del 2014, según la sentencia emitida por el Juzgado de Menores de Tarragona. Este caso –que el propio magistrado considera como muy grave– es de los pocos que llegan a juicio. La mayoría se resuelve con la mediación dentro del propio centro escolar o bien en la Fiscalía de Menores.

La sentencia de las siete procesadas considera probado que actuaron de común acuerdo y con evidente ánimo de menospreciar, humillar y menoscabar la integridad moral de (...), de 13 años». Para ello, durante el curso 2012-2013 y también parte del 2014 vinieron acosando a la víctima de forma habitual con expresiones como «gorda», «ano», «desgraciada», «superdotada», siempre en tono despectivo. También amenazaron con matarla, tanto a ella como a su madre.

Mensaje en la pizarra

El 14 de octubre de 2014, una de las acusadas escribió en la pizarra del aula la palabra «ano». Como ello molestó a la víctima, la agresora le tiró del cabello, la cogió del cuello y la empujó, cayendo al suelo y causándole una contractura cervical. En otra ocasión, hallándose otra acusada en el polideportivo, le propinó una bofetada a la víctima, que sufre epilepsia desde los diez años.

Para el magistrado, el trato denigrante físico y psicológico ejercido por las acusadas «ha ido menoscabando su integridad psicológica y moral hasta el punto de agravar el estado de salud de la víctima, presentando una sintomatología ansioso-depresiva y gesto autolítico, precisando su ingreso en el hospital por su grave repercusión emocional, presentando tristeza, irritabilidad, ira, miedo, apatía, bulimia, aislamiento y absentismo escolar», entre otras patologías. Dicha situación persiste en la actualidad, subraya el magistrado, «siendo diagnosticado todo ello como trastorno de estrés post-traumático» por el hospital en fecha 15 de enero de 2014.

Según la estimación del médico forense en su informe del 20 de mayo del año pasado, el tiempo de curación o estabilización del mencionado trastorno es de 167 días. Por otro lado, señala la sentencia, el 8 de mayo de 2014, al tener conocimiento de la denuncia interpuesta por la víctima, una de las acusadas la amenazó con colgarla de un balcón y matarla. De las siete acusadas, sólo una sigue en el mismo instituto, mientras que las otras estudian algún ciclo formativo.

La pena del fiscal

La fiscal solicitó para las siete acusadas la medida de ocho fines de semana de permanencia en sus respectivos domicilios. Las acusaba de un delito contra la integridad moral. A una de ellas, también de obstrucción a la justicia. Además, se solicitaba el pago de una indemnización de 5.010 euros. En cambio, la defensa solicitaba la absolución.

El caso llegó a juicio porque durante la instrucción en la Fiscalía la mediación no dio sus frutos. Las acusadas siempre han negado que sometieran a la víctima a bullying; aseguraban que fueron hechos puntuales.

Las declaraciones tanto de la víctima como de su madre fueron persistentes a lo largo de la instrucción y también el día del juicio. La mujer declaró que algunas de las acusadas, cuando se cruzaban, también se metían con ella. Además, declaró que su hija le iba explicando todo lo que le iban haciendo las procesadas.

Para el titular del Juzgado de Menores de Tarragona, los testimonios que declararon en el juicio «son prueba de cargo suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia que ampara a las menores». Explica que los testigos depusieron «con claridad y evidencia» los hechos relatados, sin que conste la existencia de ninguna relación previa entre ellos y las menores que permita dudar de su credibilidad. Las víctimas no sólo ratificaron en el juicio la denuncia, sino que expusieron un relato de hechos uniforme y sin fisuras.

La reiteración de conductas degradantes para la víctima y que le han causado padecimientos fue expuesta por ella misma, recuerda el magistrado. La adolescente enumeró los diferentes insultos y vejaciones de las que era objeto desde el año 2013 por parte de todas las acusadas, entre otras «gorda», «foca», la amenazaban a ella y a su madre, pues estos insultos y amenazas se producían también fuera del instituto. Asimismo, la madre de la víctima manifestó que esta situación se daba desde junio de 2013, habiendo cesado después de la denuncia. La conducta de todas las menores acusadas, según dijo expresamente respondiendo a las preguntas que se le formularon, consistía en que continuamente se reían de su hija, la miraban y sonreían, la increpaban, la insultaban y hasta le pegaron en una ocasión. Afirmó que esto lo sabía porque se lo contaba su hija y porque ella misma lo presenció, además de sufrir esa situación en persona, pues también con ella se metían. Su hija tuvo necesidad de tratamiento médico como consecuencia de ese acoso, incluso el ingreso psiquiátrico durante un tiempo, pues le bajó la autoestima, estaba insegura y tenía miedo, hasta el punto de intentos autolíticos como se desprende de los informes médicos.

Durante el juicio declaró el profesor –y secretario del centro educativo– que daba clases a la víctima. Aseguró que la vio entristecida y llorando. Esta alumna dejó de asistir a clase por la presión que sufría, siendo conocedor este profesor de que había problemas dentro y fuera del instituto porque era miembro del equipo directivo del centro. Otro miembro del equipo declaró que sabía que hubo insultos y cosas en octubre de 2013 y que el tema se trató con los profesores y tutores. Llamaron a las niñas y a los padres para poner remedio a la situación, pues era prolongada en el tiempo. Asimismo, dicho profesor reconoce que la víctima faltó a clase por cuestión de salud.

Poca pena

En la sentencia, el magistrado acepta la medida –pena, en el caso de adultos– que había solicitado el fiscal. Sin embargo, considera que la medida impuesta es muy corta en relación al delito cometido, que exige maldad de corazón de la persona que lo comete «y carencia de empatía y que es necesario, por tanto, una intervención educativa mucho mayor. La gravedad del delito así lo exige y máxime teniendo en cuenta que la presión que ejercieron las menores enjuiciadas sobre la víctima fue muy potente, hasta el punto de llevarla a un intento de suicidio». Para este tipo de delito, la pena máxima sería de internamiento de dos años en régimen semiabierto, que implica poder aprovecharse de algunos recursos, como salir al exterior del centro con acompañamiento.

Además de quedarse en casa, las menores condenadas tienen la obligación de realizar tareas educativas, las que les encarguen los educadores, como por ejemplo un trabajo sobre la empatía o el sufrimiento.

Hablar con los padres

Para el magistrado que está al frente del Juzgado de Menores de Tarragona –con ámbito provincial–, Jesús María del Cacho, lo principal en el caso de acoso escolar es que las víctimas puedan hablar con sus padres y, en el caso de no ser posible, con otras personas adultas con las que tengan muy buena relación. Le servirá de autoayuda y para subir la autoestima. «Lo que no puede hacer el joven o adolescente es responder de la misma manera. Tiene que confiar en los adultos y saber que estos pondrán de su parte para solucionar el problema», asegura el juez.

Sea quien sea el adulto, tiene que poner el caso en conocimiento del profesorado para que lo resuelvan, haciendo uso de los mediadores escolares que todo colegio tiene que tener –puede ser un psicólogo o bien un profesor preparado–. Del Cacho tiene constancia de que la figura de este mediador funciona mucho mejor en los centros públicos que en los privados o concertados. Estos últimos suelen intentar camuflar o enmascarar el problema para que no salpique la reputación del colegio. Finalmente, si la situación no se resuelve en el colegio, la víctima tiene que denunciar ante la Fiscalía.

Fuente:

http://www.diaridetarragona.com/

sábado, 14 de marzo de 2015

Algunas notas sobre el bullying o acoso escolar

 

Bullying escolar

bull

En el actual contexto educativo padres de familia, estudiantes, docentes, medios de comunicación y amplios sectores de la sociedad, manifiestan su preocupación ante el problema de la violencia escolar, fenómeno social que ha venido en aumento en los últimos años.

Creemos que no debemos obviar este tema en el momento actual ya que ocupa y preocupa mucho a quienes comparten contextos escolares y creen que este es un sitio idóneo desde donde enseñar a convivir a nuestros niños y jóvenes, a pesar de que no siempre es un contexto fácil para hacerlo.

Las formas de violencia tienen lugar en los espacios de la escuela o cercanos, tales como los pasillos, las aulas, el comedor, los baños, el gimnasio y los alrededores –calles o esquinas – de la institución con evidentes conductas de maltrato, intimidación, agresión verbal o física entre los mismos niños y jóvenes.

EL BULLYING….es

El acoso entre escolares, internacionalmente denominada “ bullying”, (Lowenstein, 1977; Olweus, 1978;), es una conducta de persecución e intimidación física y/o psicológica que realiza un alumno contra otro, al que escoge como víctima de repetidos ataques.  Un rasgo específico de estas relaciones es que el alumno agresor trata de forma tiránica a un compañero, al que hostiga, oprime y atemoriza repetidamente, hasta convertirlo en su víctima habitual. Los agresores o bullies suelen actuar movidos por el deseo de poder, de intimidar, dominar, aunque en ocasiones reconocen estar motivados por simple diversión o pasatiempo.

Se trata de un episodio persistente que puede durar semanas, meses e incluso años. Esta acción negativa o intencionada, sitúa a la víctima en una posición de la que difícilmente pueda escapar por sus propios medios. La continuidad de estas relaciones provocan en las víctimas efectos claramente negativos: ansiedad, descenso de la autoestima, cuadros depresivos y hasta concomitantes físicos que dificultan su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes (Olweus, 1983).

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Dado su carácter encubierto, a veces oculto para los docentes, se dificulta su detección temprana y además se acompaña del rechazo o negativa de otros alumnos el comentar esos sucesos con los docentes.

Si bien hoy han aumentado las investigaciones y estudios acerca de este tema, existe escaso conocimiento y muy escasa o casi ninguna reflexión escolar acerca de cómo afrontarlo en las escuelas. No hay políticas públicas que exijan a los colegios, un programa anti-bullying, como existen en otros países; es decir, un conjunto de medidas concretas que apunten a prevenir las acciones de intimidación, de agresión o violencia entre estudiantes y atender y realizar seguimientos de aquellos casos que lo requieran..

ALGUNOS INDICADORES PARA LA DETECCIÓN DEL BULLYING:

  • El clima de tensión permanente. Una de las señales de que en un grupo se está viviendo una situación de bullying es, o bien la tensión permanente que se vive en clase (acorde a la frecuencia de actitudes disruptivas), o bien lo que se conoce como calma tensa donde en un ambiente de aparente cordialidad se ve explícitamente cómo unos alumnos se ríen, se burlan o molestan a otro que cada vez intenta ocupar un menor espacio en la clase o en el patio, o que queda rezagado cuando se forman los grupos. La tensión suele explotar en el grupo por nimiedades y aumenta a medida que el día avanza. Es en este medio hostil cuando algunos docentes, prefieren hacer como si no pasara nada.
  • Alumnos que están frecuentemente implicados en los conflictos: Otra señal a tener en cuenta son los alumnos que se involucran a menudo en disputas, aunque el verdadero acosador no siempre es visible. Algunas veces se camufla en medio de un grupo de cuatro o cinco que se comportan como verdaderos matones, sin disimulos. En otros casos, el acosador aparece ante la mirada del docente como amigo de la víctima y la propia víctima llega por momentos a creerlo así. El doble juego del cabecilla puede hacer incluso que sus compañeros lo tengan bien considerado debido a que todo el grupo está convencido de que la víctima es dañada o molestada porque se lo merece. Este convencimiento grupal puede llevar a un acosador a mantener su estatus durante varios años, por lo que es indicado aplicar estrategias para determinar que es él y no otro el violento. En ocasiones, puede ser interesante hacer un seguimiento de quiénes son los que lo están implicados sólo de vez en cuando, pero que se mantienen a lo largo del tiempo.
  • Las ausencias reiteradas de la escuela. Cuando hay casos de bullying en las escuelas, es común que los alumnos acosados falten a clase. El control de las ausencias es muy importante para saber si en el aula hay situaciones de agresión permanente. La fobia a ir a clase y la necesidad de evitar la marginación o de hacer el ridículo frente a los compañeros son sólo algunas de las razones que llevan a un alumno a ausentarse del colegio. Pero estas ausencias no son los únicos detalles visibles, también hay cambios de humor, de conducta, un mayor nerviosismo y enfermedades fingidas.
  • ¿Qué espacios ocupan los alumnos en clase y en el recreo? Los chicos excluidos suelen estar  cerca de las esquinas del patio; en lugares apartados de los acosadores o en el primer banco en clase y suelen salir últimos o primeros cuando acaba la jornada. Es como si intentaran ocupar poco espacio, “pasar desapercibidos”

EL ROL DEL DOCENTE:

Es importante motivar a los docentes a que se sumen a una campaña para prevenir, atender y erradicar el bullying en las escuelas, puesto que este fenómeno crea un clima de temor y desconfianza que impacta directamente en los aprendizajes de los alumnos. Repetimos que no exclusivamente es el docente el único que debe preocuparse de esta situación, también los directivos, los alumnos, los padres, en fin, toda la comunidad educativa.

Sin embargo, al docente le corresponde un rol preferencial en prevenir y atender el bullying en el aula. Se debe considerar que, según estudios realizados, la mayoría de los estudiantes que son maltratados por uno de sus compañeros de curso declaran que, la casi totalidad de las amenazas se realizan dentro de las aulas. El bullying es un fenómeno que nos habla de intolerancia, discriminación, negación de la diversidad,  prejuicios, estereotipos, y altera seriamente el  clima escolar y áulico

La función del docente consistirá siempre y particularmente en estas situaciones , en enseñar a los estudiantes, técnicas de resolución de conflictos, asertividad y técnicas de habilidades sociales cuyo objetivo central será:

1) Mejorar la comunicación entre todos los miembros del grupo y con otros grupos/cursos.

2) Brindar técnicas de solución pacífica de los conflictos, a través del análisis de los problemas y la valoración de las mejores soluciones, sin emplear la violencia.

3) Permitir la expresión de cualquier evento grave en las relaciones entre los alumnos (ej: situaciones de acoso, intimidaciones, etc.).

4) Identificar a los presuntos responsables o autores de tales actos, y diseñar estrategias específicas y efectivas para anular su influencia negativa sobre el grupo de alumnos.

Extracto del libro “Nuevas familias, nuevos alumnos, nuevas escuelas” escrito por Silvia Baeza y Andrea Bertrán.

Publicado por Editorial Proyecto Cepa en 2013.

Fuente:

http://www.proyectocepa.com/wordpress/blog/

martes, 10 de marzo de 2015

La historia interminable: otro nuevo caso de bullying o acoso escolar

 

clase vaciaOtro caso de acoso escolar

Antonio Cervero Fernández-Castañón. Maestro, pedagogo y psicólogo

Parece ser, como señala este diario, que tiempo después del triste suceso ocurrido en el colegio Santo Ángel de Gijón se ha producido un nuevo caso de acoso escolar en Asturias, ahora a una niña de 11 años de un centro público de Oviedo.

Es obvio que el acoso escolar es un problema en el que influyen múltiples variables que van desde las personales y psicológicas, hasta las escolares y sociales, y que por tanto una intervención adecuada debe abarcar todas ellas, con la consecuente implicación de alumnos, familias, centro y Servicios Sociales. Pero no es menos cierto que, en ocasiones, la labor de las instituciones educativas parece más encaminada a deshacerse del problema que a atajarlo de forma eficaz.

Así, no es extraño ver casos en consulta donde la minimización y el ocultamiento por parte de los centros escolares, en ocasiones por desconocimiento y en ocasiones por las negativas consecuencias publicitarias que acarrearía para éste que tal situación trascendiese, parecen primar sobre el intento de resolución del problema en la propia institución.

Y no deja de ser curioso que en este caso se haya producido de nuevo la que suele ser la típica solución estándar en procesos semejantes, el cambio de centro de la víctima, una nefasta estrategia que supone la culpabilización de ésta (se envía el mensaje de que el problema está en ella), y un nuevo triunfo de los acosadores, que ya se encargarán de difundir su hazaña al nuevo centro donde se escolarice, lo que puede propiciar el reinicio del ciclo de acoso.

Desgraciadamente, ésta parece ser la maniobra más asequible y habitual ante las complicaciones y costes (no sólo materiales, también organizativos) que puede originar el poner en marcha una estrategia global contra el acoso en un centro, más allá de las obligadas explicitaciones burocráticas en forma del plan de convivencia que se incluye en el reglamento de régimen interno, y que no suele pasar de ser simple papel mojado para cumplir con la Administración.

Es vergonzoso que sea necesario recordar que un centro tiene que garantizar en sus instalaciones, en primer lugar porque está obligado por ley, la seguridad de los alumnos y que debe velar por que las condiciones sean las más adecuadas para llevar a cabo las tareas de enseñanza-aprendizaje. Y es más vergonzoso aún que los padres tengan que comenzar un vía crucis legal y administrativo para algo tan básico como garantizar la seguridad de sus hijos mientras la Administración sigue limitándose a avalar la estrategia de derivar el problema, desentendiéndose del mismo.

Fuente:

http://www.lne.es/asturias/