Feanor
En algunas entradas os he ido narrando algunas de las palizas, golpes y agresiones que recibí durante aquel infierno, pero hoy no os hablaré sobre agresiones físicas, sino sobre las agresiones verbales, aunque en algunos casos más que agresiones físicas verbales fueron auténticos torrentes de veneno, que en algunas ocasiones consiguieron envenenarme por dentro. Como todos sabéis las agresiones verbales son los insultos, amenazas y otras lindeces sarnosas que una persona o uno mismo le dedica a otra. El cometido de todo aquello, de todas esas palabras, no es otro que debilitar y hacer un daño terrible, un daño tan terrible en algunos casos que me atrevería a compararlo con el lanzamiento de una bomba de gran capacidad destructiva sobre un pueblecito, dirigido hacia el blanco de nuestro odio. Durante mucho tiempo el blanco de aquellas bombas fui yo. Recuerdo algunas lindeces ya clásicas en el vocabulario español como por ejemplo " hijo de puta", "cabrón, imbécil, gilipollas, etc."(como veis no pienso cortarme ni un pelo en esta entrada a la hora de ilustraros sobre las distintas lindeces que existen en esta vida y que te pueden dedicar, el que crea que no era necesario estas palabras y otras para hablar sobre el tema de las agresiones verbales que deje de leer esta entrada), pero también había algunas que eran autenticas obras creativas del individuo que me agredía como por ejemplo esto, toda una declaración de principios y de amor al prójimo; "Eres la basura que nadie quiere tener en su cubo de basura de lo patético y lo mierda que eres"; otra " " si fuera yo familia tuyo me cambiaria los apellidos para que nadie me relacionase contigo";, sí señor, poesía pura y dura esta última. Aquellas palabras o mejor dicho el desprecio, el odio y la sin razón que contenían me dolían y me afectaban en mi ánimos, mucho más que si me hubiesen dado un puñetazo o algo peor. Por mi interior podía sentir que algo se desgarraba, no físico, no un órgano vital, pero si algo de mí, un pedacito de mi alma se encogía y sangraba. En algunas ocasiones pensaba, cuando había alguien o alguienes que me insultaban y me agredían que era mejor que se dejaran de tanta palabrería y que puestos a elegir fueran a por mi cuerpo y dejaran de torturarme con palabras cargadas de ponzoña. Muchas veces aquella ponzoña, aquel veneno que soltaban en forma de insultos, amenazas o burlas eran el prologo de lo que más tarde vendría, los golpes y la agresión física, aunque en ocasiones cuando golpeaban y volcaban sus miserias sobre mi lo acompañaban con la ya citada ponzoña, con la agresión verbal. Aquellas palabras junto con las agresiones y los pequeños detalles de desprecio y superioridad que me regalaban me hundieron en lo más profundo de la miseria personal, que uno puede imaginarse o que en una noche de pesadillas haya podido contemplar. Aunque todo aquello, todo aquel torrente de palabras derramadas contra mí, sabía que eran mentira, poco a poco me lo fui creyendo y en algunas ocasiones de soledad una voz en mi cabeza que no era otra que mi propia voz, me repetía torturada mente que aquello que decían los demás era la pura verdad y me inquietaba diciendo que todo aquello me lo merecía. Es el poder de la palabra o mejor dicho de la mentira, cuando se repite tantas veces una mentira se transforma en una verdad para aquellos que la han soportado durante mucho tiempo. Pero a pesar de las palabras de desprecio que me decían mis compañeros y mis propios fantasmas personales pude con el tiempo superarlo, aunque fue cuando salí de aquel calvario, de aquel infierno que supuso el instituto para mí cuando a base de otras palabras, incluso de algún halago merecido con sudor de mi propio trabajo cuando supere aquellas mentiras que se habían convertido para mi en una verdad casi irrefutable.
Fuente:
http://memoriasdebullying.blogspot.com.es/2010/04/agresiones-verbales.html
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