Manuel Rodríguez G.
¿Cómo te sentirías cuando compruebas que tras atender reiteradas veces a una niña con 10 años en pediatría por un cuadro ansioso, tras salir del colegio y manifestar deseos de morirse, finalmente se ningunea, banaliza, oculta y finalmente se poluciona el hecho para intentar trasladar ese acoso escolar sistemático en problemas familiares?
¿Cómo te sentirías si determinados personajes ligados a Educación, Sanidad y Servicios Sociales hacen piña y ni siquiera te informan de estos repetitivos hechos de crisis de ansiedad a la salida del colegio?
¿Cómo te sentirías, si esos mismos sinvergüenzas finalmente son parte del esperpéntico acto teatral para considerar que como padre de esa niña estás cometiendo un burdo absentismo escolar?
¿Cómo te sentirías si cuando acudes a pediatría para denunciar graves hechos relacionados con el acoso escolar se te ponen trabas para darte un simple parte de asistencia y ni siquiera a tu hija se le escucha, faltando al deber inexcusable de auxilio hacía una paciente menor de edad que denuncia violencia escolar?
¿Cómo te sentirías si acudes a especialistas médicos para que estudien a tu hija por ese cuadro ansioso-depresivo previsto hace años (y constatado por informes independientes) en lugar de evaluar su estado anímico emocional se le hacen tests tendentes a buscar implicaciones muy graves y dañinas en su entorno familiar, que finalmente se plasman parcialmente en informes falseados que intentan plasmar un ambiente insano?
¿Cómo te sentirías si finalmente se intenta transmitir que el ambiente en el entorno escolar es adecuado, cooperativo y de apoyo a fin de limpiar la imagen inmaculada y virginal de un sistema educativo y afines y que, en realidad tu hija parece presentar ciertos rasgos paranoides, al igual que tú como padre por luchar por su dignidad, respeto y derechos fundamentales, aunque para ello se siembre la idea de que la niña no es víctima del acoso escolar sistemático padecido sino de ella misma y sus trastornos conductuales?
En la siguiente noticia, un pediatra manifiesta que la tensión en casos de acoso escolar puede manifestarse en cuadros depresivos. Yo añadiría algo más:
Con este síndrome de negación y de corporativismo cobarde exacerbado, esa tensión por el cinismo consagrado de muchos personajes que entran en juego en esa ratificación del bullying o acoso escolar da lugar a una extensión de esa depresión en familiares y no sólo eso: es tal el daño sufrido por las víctimas que tras esos cuadros ansioso-depresivos, distimías, estres postraumáticos y otras muy minantes patologías, las víctimas y familiares implicados pueden caer aún más abajo en esa impotencia plasmada, al comprobar cómo el sistema institucional a través de ciertos lacayos cómplices y cobardes asumen el acoso institucional que darán lugar a un daño irreversible y a un agnosticismo total hacia quienes se autodenominan garantes institucionales y de la ciudadanía.
Fuente vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=ZAnv7e9fNYw&feature=player_embedded
Al final, no pocas víctimas se preguntarán, ¿dónde está la justicia y la responsabilidad?. ¿Dónde acudir?, ¿Qué medidas se deben tomar?
Desgraciadamente, en no pocos casos gana la violencia y algunos de esas víctimas cansadas de ese ocultamiento e impotencia rompen con esa violación reiterada de derechos y como estrictos administradores de sus traumas pueden convertirse en sangrientos ejecutores de tanta injusticia y violencia padecidas. Pero eso no saldrá tal cual en los medios de comunicación. Sencilla y simplemente se hablará de un loco que indiscriminadamente sembró el terror en un área muy relacionada con el entorno donde padeció innumerables humillaciones, vejaciones y maltrato.
Luís Iglesias Diz pediatra del Chus: La tensión de estos casos puede manifestarse en un cuadro depresivo
A las consultas pediátricas llegan niños con síntomas derivados del acoso escolar. Los padres observan que su hijo, al que antes consideraban un niño sano y feliz, está más huraño y triste. Notan que no quiere estudiar, que prefiere evitar el colegio. Piensan que está enfermo. La tensión puede llegar a manifestarse en un cuadro depresivo y genera traumas. En ciertos casos los menores no obedecen, no duermen bien, dejan de comer y sufren trastornos de somatización, con dolor de barriga o de cabeza y cansancio. Tienden a rechazar el entorno e incluso pueden tener comportamientos agresivos, con lo que no se ciñen a los tópicos que manejamos cuando hablamos de la depresión, esos que dibujan al paciente como alguien apático, cabizbajo y triste.
Hay que apuntar que no estamos ante un fenómeno nuevo. Siempre ha existido el acoso escolar, con sus graves consecuencias. Aunque en el pasado no se tomaban tanto en consideración estos hechos. Y los colegios eran escenarios diferentes, escuelas pequeñas donde todos se conocían y los profesores tenían la posibilidad de saber qué sucedía y tomar cartas en el asunto. Ahora los centros de enseñanza suelen contar con muchos más alumnos, es más complicado poder controlarlo todo. Pero en los últimos tiempos, en los que el acoso tiene mayor visibilidad pública, la sociedad se ha concienciado y, afortunadamente, ya no tolera estos abusos.
Un niño víctima de acoso suele ocultarlo totalmente. No es sencillo para un pediatra conseguir confirmarlo. Y no es solo una cuestión de miedo. La víctima pretende evitar ser visto en su centro escolar como un acusica, se niega a romper esos códigos no escritos que dicta la adolescencia. Si se le plantean preguntas de forma directa en una consulta, lo más probable es que se cierre en banda. Por esa razón es fundamental que el pediatra recurra a la mano izquierda para conocer la relación del paciente con sus compañeros de colegio, ya que la intimidación a la que es sometido el menor le impide reconocer y verbalizar todo lo que le está sucediendo. Es preciso darle tiempo al niño, no presionarlo, hacer que se vaya sintiendo seguro con el objetivo de poder llegar a la raíz del problema. En general, los padres ya intuyen de una u otra forma cuál es el conflicto porque les ha llegado algún tipo de información de progenitores de otros escolares.
Es fundamental que las víctimas de estas conductas, que son atacadas porque sus compañeros ven en ellos menos recursos defensivos que en otros menores, encuentren el apoyo en su entorno. Hay que buscar la implicación de profesores, padres y amigos del niño. La conclusión necesaria es que en la sociedad unos tenemos que ser curadores de los otros.
Fuente:
http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/10/22/0003_201110G22P16996.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario