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Tomo prestado unas palabras del prestigioso psicólogo y experto en acoso, Iñaki Piñuel:
“Cuando la víctima publicita lo que ocurre, la presión contra ella es formidable. El entorno presiona para que no haga nada y se deje hacer. Esa presión es algo esperable.
La razón es que la víctima que no colabora con su propio proceso de destrucción amenaza el orden social que existe en ese entorno. Rebelarse, o reivindicar la propia inocencia, o pedir ayuda o protección a la organización suele significar para las víctimas ver como se producen todo tipo de procesos de victimización secundaria en los que los que deberían ayudarles se convierten en tácitos o explícitos perseguidores.Todo ello es bastante inconsciente para todos estos actores.
Por ello es necesario formar a los técnicos en RR HH, a los inspectores de trabajo, a los médicos de empresa, a los jueces, a los fiscales, a los abogados etc... en como operan las dinámicas del acoso”.
Es decir, el inconformismo de la víctima contra el acoso genera un mayor grado de presión y exclusión social hacia ella por parte del entorno hostigador, porque esa reivindicación amenaza al hostigador, su entorno y, por ende, al orden social impuesto y consentido, al que finalmente se pone en entredicho.
Destapar el tarro de la podredumbre es mostrar las vergüenzas de quienes por activa o pasiva han permitido actos psicoterroristas (llámese acoso u hostigamiento) lo cual genera la agresividad manifiesta de la incompetencia e inseguridad de los actores implicados (activos o pasivos) a través, incluso de una mayor agresividad en sus respuestas por intentar acallar y enterrar ese "tarro de esencias". Y es que, al fin y al cabo, un caso oculto o disfrazado no existe socialmente y, por tanto los hostigadores pueden seguir campeando a sus anchas y violentando a sus víctimas presentes y futuras... :-(
Por desgracia, siguen produciéndose demasiados casos de acoso; demasiada complacencia; demasiada complicidad; demasiado conformismo; demasiada tolerancia hacia los hostigadores; demasiada dejadez hacia las víctimas; demasiada hipocresía y cinismo consentidos; en definitiva demasiada cobardía que indecentemente nos expresan que quienes denunciamos y nos rebelamos contra ese orden social podrido no conseguiremos nada; si acaso dar lugar a que las “Sacrosantas” instituciones respectivas nos chantajeen miserablemente con alguna apertura de expediente por supuestas y falsas irregularidades, cuando no nos echen a los perros fascistas de bulos y muy dañinas rumorologías.
Quizás por ello, porque tampoco soy amigo de indefensiones aprendidas y docilizadas y, sobre todo, porque sigo creyendo en mi dignidad y en la injusticia hacia mi hija seguiré luchando pese a quien pese e incomode a quien incomode.
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