CARLA HERRERO, VÍCTIMA DE 'BULLYING', RECURRE HOY A SU EXPERIENCIA PARA CONCIENCIAR A LOS MÁS JÓVENES
"Muchos hablan del acoso escolar, pero nadie se pone en la piel del niño"
Rubén Díaz Caviedes
ESCUDOS Y SEUDÓNIMOS
Silay Alkma no es Silay Alkma, al menos no en su DNI. Su nombre real es Carla Herrero (Girona, 1994), pero en un momento de su vida decidió asumir un seudónimo y escribir. En un diario, en Internet o donde fuera. Sufría acoso escolar, eso que hoy también llamamos bullying, y lo hacía desde los 8 años. No lo sabía nadie, ni en casa, ni en el colegio ni en su instituto posterior. Al principio, ni siquiera ella misma. Todos se enteraron con su trabajo de bachiller, un tratado sobre el acoso que recibió el premio del Consell Social de la Universitat de Girona. Hoy Silay Alkma –ya no necesita el seudónimo, pero se ha encariñado con él– estudia allí su primer año de Psicología y da charlas a otros jóvenes en centros e institutos para ayudarles a romper con el silencio y combatir un problema, dice, del que "nadie quiere hacerse responsable".
Empecemos por el principio: ¿cómo comienza el acoso?
De una forma muy light, al menos en mi caso. En el colegio no iba muy bien en los estudios, parecía un poco la que no llegaba al nivel, los profesores te ponen etiquetas, los compañeros las oyen, los compañeros las repiten, ponen otras...
No todos los compañeros, imagino.
No todos, claro. Pero en el acoso el problema también acaba estando en ti, en que al sentirte frustrada empiezas a no tener una relación normal con los demás y eso te convierte en el blanco de los acosadores. Ahí es donde empieza la bola de nieve.
El momento ideal para atajar el problema.
Sí, pero no es tan fácil. A veces por desinterés del centro y de los educadores, pero también porque hablamos aún de educación infantil y es difícil de detectar. Quien lo ve desde fuera piensa que la gente que acosa va con tridente por la calle o algo así. Creen que se les ve, que se les nota. Y no es así.
Y al contrario: pensarán que si no dices nada, si no explotas, no estás siendo acosado.
Claro. Es el problema fundamental, que todo ocurre en silencio.
¿Y por qué se guarda silencio?
Por muchas razones. Esto comienza cuando eres pequeñito y no sabes cómo manejar la situación. Cuando ocurre a esa edad ni siquiera te das cuenta de que estás siendo acosada, como me ocurrió a mí y como le pasa a muchos otros. Es después cuando te haces consciente de ello, cuando un día te paras y dices: a mí no me tratan como me deberían tratar.
¿Cuándo te diste tú cuenta de ello?
Al acabar la secundaria, cuando salí del centro donde estaba y empecé bachillerato en otro. De repente el asunto se acaba, miras atrás y te das cuenta de que has vivido anulada.
Tengo entendido que entonces empezaste a tener muy buenas notas.
Sí, cosa que hasta entonces no había ocurrido nunca. Venía de una media de cinco en secundaria, para que te hagas una idea, y acabé el bachillerato con ocho y en selectividad saqué casi un nueve.
¿Motivación?
Claro. Y normalidad, en el fondo. Descubres que puedes tener los mismos objetivos que los demás porque tienes las mismas posibilidades de alcanzarlos que los demás. Descubres que no eres peor.
Carla, ¿cuál es el problema más acuciante del bullying, el primero que hay que atacar?
El silencio, porque al contrario de lo que se cree, es algo que no depende solo de uno.
¿No?
No. Poco a poco el acoso te va dejando sola. Los demás, no solo los que acosan, empiezan a verte un poco como la rarita, como la apestada, por así decirlo, y dejas de interesarles. Es algo que puedes superar si tienes la capacidad de acercarte a ellos, de darte a conocer, pero si eres víctima de acoso no es tan fácil. Te has perdido esa fase de tu propio aprendizaje. En mi caso porque me retraje y me hice más tímida, pero hay gente que al pasar esa etapa, más propia de la adolescencia, sencillamente tiene miedo a otras personas de su edad. Lo llamamos acoso o bullying, pero es que también es aislamiento.
¿Y los profesores?
Los profesores, en mi caso, ayudaron más bien poco. Recuerdo que cuando era pequeña y suspendía –y suspendía por algo–, había una que siempre se permitía hacer la típica broma sobre mí, en público, delante de los otros compañeros... Hay profesores que no se dan cuenta de que trabajan con niños. Algunos saben mucho de lo suyo, pero de pedagogía nada.
No sé si estás al corriente del caso de Izzan, un niño gallego de 11 años al que sus padres han tenido que sacar del colegio y poner un profesor particular para garantizar su protección, ya que su caso llegó hasta las agresiones físicas violentas sin que nadie lo remediase.
Sí. Lo más doloroso es ver a los responsables del centro eludiendo su responsabilidad en los medios de comunicación, diciendo que bueno, que sí, que puede que hubiera acoso, pero que ellos no tienen la culpa, que lo que dicen los padres no es del todo cierto... Ese niño acabó con sangre en la entrepierna, por el amor de Dios.
Sus padres han solicitado a la Xunta que reubique a su hijo en otro centro, de momento sin respuesta. Lo único que ha pasado, y se han enterado por la prensa, es que Educación ha pedido a la Fiscalía que investigue el absentismo. Se enfrentan incluso a la pérdida de la custodia por desescolarizarlo.
Es absurdo. Es simplemente absurdo y muy grave.
El ejemplo habla por sí solo, pero aun así te quiero preguntar: ¿en nuestro país existen protocolos de actuación, protocolos reales, rápidos y eficaces, para proteger al menor del acoso?
No, rotundamente. Poco a poco se toma más conciencia, de vez en cuando alguien contempla de posibilidad de empezar a considerar el bullying un delito... Pero no. Los menores que sufren acoso no solo no están defendidos, sino que se enfrentan al rechazo de sus colegios, que en muchas ocasiones lo niegan, al rechazo de los compañeros... Y si esto ocurre en casos donde se da violencia física, imagina cómo se maneja el maltrato psicológico, el verbal, el que te mina poco a poco. ¿A cuántos niños le estarán trasladando sus profesores la idea de que no valen, de que no se molesten en estudiar, que no es lo suyo, cuando lo que les ocurre es que están hundidos porque sufren acoso escolar?
¿Crees que esto ocurre más aquí, donde quizá no hemos desarrollado contra el bullying la misma sensibilidad que podemos ver en Estados Unidos, por ejemplo?
No lo sé. Lo que sí me da la impresión es que aquí se oculta más. Cuando hice mi trabajo de investigación con casos de todo el mundo gracias a jóvenes que contacté en Internet, muchos de allí te decían que los centros no se involucran, igual que aquí, pero que en muchos casos sí hay grupos de apoyo, asociaciones... Se sabe que hay bullying. Aquí estamos en la fase anterior, cuando todo el empeño es decir que no, que esto no ocurre.
¿Y por qué crees que es eso?
Por la reputación de los centros, porque las familias se enfrentan al rechazo... Porque no queremos aceptarlo, en resumen. Aquí hay siempre alguien que sale diciendo: "sí, bueno, pero es que esto ha ocurrido siempre y antes no pasaba nada". ¿No pasaba nada? Es ahora cuando empezamos a enterarnos de casos de suicidios, por poner el ejemplo más extremo. ¿Es que antes no los había, o es que no salían en la prensa porque no se sabía, o no se quería saber, que la verdadera causa era el acoso?
Como con tantos otros casos. Lo llamamos acoso escolar, pero en realidad es una actitud en la que confluye todo lo peor de nosotros: la intolerancia, el machismo, la xenofobia, la homofobia...
Claro. Y estamos permitiendo que todo eso aflore en los centros escolares. ¿Cómo pretendemos que los adultos no sean así si lo permitimos en la escuela?
Es contra lo que luchas tú, si no me equivoco, que ahora acudes de vez en cuando a hablar con los chavales para concienciar.
Sí. Yo no voy a aportar una definición del acoso, que todos sabemos cuál es. Yo voy a hablarles de lo que viví yo. De la frustración, del malestar contigo mismo. Creo que eso cala mucho más, y es importante hacerlo. Mucha gente habla del acoso escolar, pero siempre se da una definición técnica, nunca se cuenta desde la piel del que lo vive, que es el niño.
Como esos decálogos para padres que empiezan por "cómo reaccionar cuando tu hijo dice...", cuando en realidad deberían decir "qué le está pasando a tu hijo cuando dice...".
Exacto. Suena fuerte, pero es que a veces pensamos en los niños como si fueran animalitos, como si funcionasen mecánicamente. ¿Acaso no se deprimen, por ejemplo? Claro que sí. Se deprimen y eso afecta a sus estudios y a su vida, igual que al adulto que se deprime le acaba afectando en su trabajo. Ocurre, pero nadie le presta atención.
Teniendo en cuenta que, como dices, es algo que está ocurriendo, te pregunto: ¿qué es lo más urgente, proteger a los menores con medidas y regulación o concienciar?
Concienciar, sin duda. Si tú proteges al menor y ya está, seguirá teniendo dificultades para relacionarse cuando sea mayor. No se trata de inmunizarle contra el acoso: se trata de que quienes lo hacen no lo quieran hacer.
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