Uno de los temas que más preocupa a la familia cuando el hijo o hija está en edad escolar es la posibilidad de que sufra o esté sufriendo algún tipo de acoso escolar o maltrato por parte de sus compañeros. Personalmente me generaba muchísima angustia dejar cada día a mi hijo en el colegio sabiendo que había otro niño que le pegaba de manera reiterada y al que no sabía enfrentarse. Entonces no sabía que tenía SA y me decían que "el problema era suyo porque no sabía defenderse".
Esta afirmación es una falacia, una aberración se mire como se mire. Soy maestra y sé lo que digo cuando afirmo que, aunque hay buena voluntad por parte de los maestros y maestras, normalmente se priorizan los contenidos académicos a trabajar las habilidades sociales y la cohesión del grupo, sobre todo a medida que avanzamos en los niveles educativos. De secundaria mejor ni hablar. ¿Razones? Falta de tiempo, falta de formación, olvido institucional, exceso de tareas burocráticas y a veces falta de interés.
Otro aspecto que entra en juego es la sociedad misma, la manera en que se entiende la diversidad, los modelos de diversión y éxito que aparecen en los medios de comunicación, la falta de implicación de muchas familias en la educación real y diaria de sus hijos... estos entre otros factores propician la aparición de los acosadores y los acosados, junto con una especie de silencio y dejación que se esconde tras el dicho "los niños son muy crueles". El problema es que un niño o niña asperger no tiene los medios para enfrentarse a los acosadores y se convierten en las víctimas perfectas.
El acoso, el maltrato, se aprende, por lo tanto la sociedad y la escuela tienen que hacer frente a los mecanismos que lo propician. No se trata solo de detener a los acosadores sino de por un lado, entender qué provoca en ellos esa necesidad perniciosa de hacer daño y por otro, y mucho más importante, prevenir la aparición del maltrato a través de la intervención sobre las causas que lo provocan y de generar entornos de buen trato entre iguales, favoreciendo las prácticas de buen trato, ofreciendo nuevos modelos de relación en los que "todos cuidamos de todos" y descubrimos la valía de cada uno/a. Con esto no sólo generaremos un aula amable y colaboradora; los alumnos y alumnas crecerán aceptando la diversidad, aprendiendo de ella, evitaremos el maltrato, el acoso y también el aislamiento de los alumnos y alumnas un poco diferentes (que a su vez es otro tipo de maltrato). No estoy hablando de utopías: esto es posible, pero requiere tiempo, trabajo, formación... y el compromiso de todos los adultos involucrados, es una meta que puede alcanzarse si empezamos a trabajar por ella YA.
Ante el maltrato, cualquiera que sea, la tolerancia debe ser cero.
Por eso, no os rindáis, no os quedéis callados: si hay indicios de acoso hay que denunciar, primero ante el colegio o el instituto y si no se obtienen respuestas, a la delegación y a la policía si es preciso. Pero además hay que trabajar para no llegar a esas situaciones, recordando a los centros educativos que tienen el deber de favorecer la inclusión de nuestros hijos e hijas en sus aulas.
Si nuestros hijos e hijas no encuentran la voz ¡Prestémosles la nuestra para decir BASTA!
Fuente:
http://aspergerenhuelva.blogspot.com.es/2012/04/el-acoso-escolar-y-el-sindrome-de.html
2 comentarios:
Muy oportuna esta entrada. Gracias Manuel por tanta dedicación y sensibilidad. Felices fiestas y mis mejores deseos para vos y familia! Un abrazo. Carmen
Gracias a tí, Carmen por ese cariño que demuestras en todo momento. Lo mismo te deseo a tí y a toda tu familia. Cuídate amiga mía :-)
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