DAVID ALANDETE
El acoso al adolescente más débil ha ocurrido en las aulas desde siempre. La violencia psicológica y los insultos contra los homosexuales, las mujeres, los discapacitados o, simplemente, contra aquellos a los que se percibe como raros, no son novedad en los centros educativos. Lo que sí que es nuevo es Internet y su reciente omnipresencia. En una década, el acoso se ha convertido en ciberacoso. Y ahora persigue al adolescente atormentado a todos los lados, permitiendo que el acosador se refugie, si así lo desea, en un cómodo y pérfido anonimato que, en muchas instancias, puede llegar a ser mortal.
Mortal ha sido, de hecho, para Tyler Clementi, de 18 años, sometido a la hiriente persecución de su compañero de habitación en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey (EE UU). El supuesto acosador, Dharun Ravi, dijo en la red de Twitter, el pasado 19 de septiembre: "Mi compañero me ha pedido el cuarto hasta medianoche. Entré en la habitación de Molly y encendí la cámara. Le vi enrollarse con un tío". Ravi dejó su ordenador encendido en la habitación, con la cámara enfocando a la cama de Clementi, y emitió el encuentro sexual de su compañero en un videochat, desde la habitación de su amiga Molly Wei.
Ravi trató de emitir los encuentros privados e íntimos de Clementi en una segunda ocasión, 72 horas después. En Twitter, anunció: "Todos los que tengáis iChat, contactadme entre las 9.30 y las 12.00 ¡Si, ocurrirá de nuevo!". Clementi se enteró de la burla y, harto del acoso, al día siguiente, colgó un mensaje de desesperación en la red social Facebook: "Salto del puente de George Washington. Lo siento". Su cuerpo no apareció hasta cinco días después, barrido por el río Hudson.
La policía del Condado de Middlesex, en Nueva Jersey, arrestó a Ravi y a Wei y ha presentado cargos contra ellos por violación de la intimidad a través de la emisión de imágenes de vídeo. Ambos se pueden enfrentar a una pena máxima de cinco años de cárcel, si la demanda prospera. Los fiscales están estudiando si añadir un cargo a Ravi por cometer un crimen motivado por el odio y la discriminación. De momento, en EE UU no existe una ley federal que pene el ciberacoso como tal.
El presidente estadounidense, Barack Obama, se refirió al caso Clementi en un mitin televisado a través de MTV, el pasado jueves: "Parte del poder de Internet es que la información fluye y nadie la censura y no la controla ninguna autoridad". Añadió que son las autoridades escolares, junto con las familias, las que deberían ejercer un control mayor sobre las redes sociales. "En los colegios, por ejemplo, deberían instaurarse políticas que aseguren que el acoso, sea a través de Internet o en persona, es inaceptable."
Nacido hace una década, parasitando el reciente auge de Internet como medio de comunicación, el ciberacoso es ya un fenómeno internacional. El semanario The New Yorker le dedicó un breve artículo en junio de 2001, diciendo que las incipientes redes sociales eran la "nueva pared del retrete", donde los adolescentes escribían sus insultos y escribían nombres y números de teléfono para fastidiar a amigos y enemigos.
Contaba The New Yorker que las alumnas del exclusivo colegio de mujeres Marymount, en el Upper East Side de Manhattan, habían creado una página web, dentro del dominio gratuito Freevote.com, para que los centros privados de secundaria eligieran a la estudiante más promiscua. Decían los creadores de aquel foro: "Solo escribe el nombre de la persona del sistema escolar que creas que es la mayor zorra".
Hubo 150 nombres en competición, ordenados de mayor a menor puntuación en promiscuidad. La madre de una de las acosadas decía, sin revelar su nombre, en el semanario: "Ese sitio web es horrible. Con Internet, se ha perdido el civismo. Con este factor del anonimato, se pueden decir y escribir las cosas más horribles. Da miedo".
Aquella madre, que poco sabía de lo que había de llegar, ya veía el potencial de la Red: convertir el acoso escolar en ciberacoso. ¿Son la misma cosa, solo que filtrada a través de un proveedor de Internet? No, dicen muchos expertos. "El ciberacoso es más persistente", opina Justin Patchin, profesor de derecho criminal de la Universidad de Wisconsin-Eau Claire y co-director del Centro para la Investigación del Ciberacoso. "Uno podía escapar del acoso tradicional. Eso ya no sucede".
"El acoso tradicional ocurría en la escuela, y el adolescente podía encontrar cierto refugio en su hogar o en otro entorno. Sin embargo, ahora la persecución puede continuar en casa o donde sea, a través del ordenador. Hay otra gran diferencia: el anonimato que a veces facilita la Red. Uno puede crear correos electrónicos o perfiles web falsos y acosar desde ellos a alguien, sin que la víctima de esos ataques sepa de dónde provienen en realidad, desorientándola".
Desorientada estaba Megan Maier antes de suicidarse, en octubre de 2006, a sus 13 años. Esta adolescente de Misuri recibió un día un mensaje a través de la red MySpace: Josh Evans la había añadido. Decía haberse mudado recientemente a la localidad donde vivía Megan y, de momento, no acudía al instituto ni tenia teléfono móvil. Construyeron una amistad virtual. Posteriormente, Josh comenzó a mostrar una cara poco amable. En una ocasión, le dijo: "Todo el mundo sabe quién eres. Eres una mala persona y todo el mundo te odia. Púdrete el resto de tu vida. El mundo sería mejor sin ti". Hablaron unos días más, por chat. Megan se suicidó días después.
Los padres de Megan descubrieron los agresivos mensajes de Josh en su ordenador. Una investigación policial les llevó, seis meses después, a la puerta de la vecina. Allí vivía una compañera de instituto y ex amiga de Maier. Pero no había sido esa adolescente quien había escrito aquellos mensajes. Según la investigación policial, había sido su madre, Lori Drew, de 47 años. Había creado a Josh como una estrategia para ver si Megan insultaba a su hija.
En Misuri, como en el ámbito federal, no había entonces ninguna ley para penar el ciberacoso. Drew fue juzgada por fraude online en 2008. Quedó absuelta e impune. Desde entonces, Misuri ha aprobado una ley contra el ciberacoso, junto con una decena más de Estados. En el plano federal, la representante por California Linda Sánchez ha presentado un proyecto en el Congreso, bajo el nombre Ley Megan Maier, que penaría los casos de acoso por Internet con hasta dos años de cárcel.
"Sé, después de haberme reunido con niños, padres, profesores y agentes policiales, que hay cada vez más gente joven que sufre el ciberacoso. Ese ciberacoso no es una broma inocua ni es válido como ritual de iniciación. Es peligroso, tanto a nivel físico como mental", dijo Sánchez cuando presentó la ley.
La burla y la atracción sexual son semillas germinales de Facebook, la red que conecta ya a más de 500 millones de usuarios. Su fundador, Mark Zuckerberg, creó en 2003, cuando era estudiante en la Universidad de Harvard, una página web titulada Facemash, para comparar a personas del mismo sexo en virtud de su atractivo. Así, se iría creando una competición en la que quedarían, finalmente, solo los más guapos.
Según dice el escritor David Kirkpatrick en la cronología autorizada El efecto Facebook: "Las fotos para Facemash procedían de los facebooks (orlas en formato libro) que mantenía cada fraternidad de Harvard donde vivían los universitarios. Se trataba de las fotos que se tomaba a los alumnos el mismo día que llegaban para la orientación académica, un tipo de instantáneas con poses patosas y embarazosas que a nadie le gustaría ver circulando".
Zuckerberg recibió quejas de las agrupaciones Fuerza Latina y la Asociación de Mujeres Negras de Harvard. Se le llamó sexista y racista. La junta directiva le convocó a una audiencia y le acusó de violar la seguridad de la red universitaria, de infringir derechos de autor con el uso de las fotos y de vulnerar el derecho a la intimidad de los demás alumnos. Se añadió un aviso a su expediente. Zuckerberg descubrió, con este experimento, el gran poder de las redes sociales. En enero, en una conferencia tecnológica organizada por TechCrunch, dijo: "Hoy en día los usuarios se sienten más cómodos compartiendo más información, de forma más abierta. Las normas sociales han evolucionado".
Esa es la filosofía de quien rige la mayor red social del mundo, un sitio web que ha apuntalado revoluciones políticas y que ha unido a ciudadanos en causas nobles como la oposición al terrorismo, pero que a la vez puede ser usado para actos tan punzantes como crear una página en que se insulte a un compañero de clase. Es cierto, lo dañino es el comportamiento. Pero todavía queda la duda de si el medio intensifica esas heridas o no.
Cuando el hijo es el atacante
¿Qué sucede cuando el propio hijo no es el acosado, sino el acosador, refugiado tras la pantalla de su ordenador? Según la reputada profesora Elizabeth Englander, directora del Centro para la Reducción de las Agresiones de Massachusetts, en el Bridgewater State College, para muchos padres es difícil asumir que su hijo puede ser el atacante. "Es normal que los padres tiendan a defender en seguida a su hijo", explica. "Es duro aceptar que un hijo está haciendo algo cruel, pero es un primer paso importantísimo que aportará muchos beneficios".
Englander admite que muchos niños hacen cosas online que jamás harían en la vida real. "Es el anonimato, la percepción errónea de que las cosas que se hacen en Internet no son tan dañinas como las que se hacen en el cara a cara. Al escribir algo en una red social, el adolescente no recibe una reacción física inmediata y puede mostrarse más desinhibido. Es importante que los padres le expliquen que sus acciones, sean en el medio que sean, pueden tener un efecto dañino".
Para ello, la experta recomienda que si se sorprende al propio hijo acosando a otro adolescente lo mejor es restringirle el acceso a las redes sociales durante una temporada. "Es importante que se le deje claro que lo irá recuperando según aprenda las normas adecuadas en la interacción online", explica Englander. "A partir de entonces, los padres pueden ir dándole pequeños espacios de tiempo cada día, para que aprenda a recuperar el privilegio de interactuar en sus perfiles".
En ello coinciden educadores, psicólogos y políticos: como sucedía en los casos de acoso infantil tradicional, los de toda la vida, las formas más efectivas de combatir el ciberacoso son la información y la educación. Es bueno que padres y tutores sepan qué perfiles abren los niños, qué redes sociales frecuentan, cuántas horas al día dedican a ello. Y es todavía mejor que les enseñen que en la vida virtual, los insultos duelen tanto como en la vida real.
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