El 35% de los escolares ha tenido alguna vez experiencias de acoso, aunque sólo entre el 2 y el 5% trasciende a la opinión pública por su gravedad, dice la experta.
Ángel Robles
Rosario Ortega. /José Martínez
Cuando la catedrática Rosario Ortega empezó a estudiar el acoso escolar a principios de los 90, nada se sabía sobre la violencia en los colegios españoles. Dos décadas después, el problema sigue vigente, como lo demuestran casos como el denunciado recientemente en el colegio Salesianos de Córdoba. "Es importante que los centros no miren para otros lados, que hablen con los padres", aconseja la experta.
-Cada vez que trasciende un caso de bullying, se crea una gran alarma social. ¿Se trata de un fenómeno frecuente o hay muchos casos que no afloran por el temor de las propias víctimas?
-Casos que acaben en suicidio u homicidio son muy pocos, pero aunque sólo hubiera uno ya sería importante.
-¿Ha empeorado la convivencia escolar en los últimos años o siempre ha habido este tipo de casos, aunque antes no se identificaran como bullying?
-No tengo datos para afirmar que ha empeorado la convivencia ni que haya aumentado el bullying, más bien tengo datos al contrario. El bullying tradicional, el directo, de hecho, ha disminuido, pero es cierto que paralelamente ha aumentado el cyberbullying. Y estoy convencida de que era peor cuando la sociedad no conocía este problema y permanecía oculto.
-¿Qué aconseja que deben hacer los padres si descubren que su hijo es víctima de acoso o violencia en el ámbito escolar?
-Inmediatamente deben ir a hablar con el tutor y con el director del centro, aunque lo primero es hablar francamente con el hijo y conocer los detalles, sobre todo el tiempo y el tipo de agresión al que está siendo sometido y conocer quién lo sabe, pues los compañeros cómplices juegan un papel determinante. No hay que aceptar simplemente que nos digan que son cosas de niños, que no hay que preocuparse. Hay que ocuparse, hay que exigir el compromiso de los responsables escolares de que van a actuar inmediatamente y, sobre todo, hay que proteger a la víctima, apoyarla. Son momentos muy delicados cuando la víctima denuncia, porque el agresor puede tener la tentación de aumentar su acoso para asustarla en este momento crítico. A la víctima no se le puede dejar a su suerte mientras los adultos dilatan la intervención. Evidentemente, hay que saber evaluar el riesgo y no ser alarmista, pero tampoco hay que ser confiado en que las cosas van a cambiar por sí solas.
-Y, desde el punto de vista del menor acosador, ¿cómo deben reaccionar los progenitores?
-Es, si cabe, más duro para los padres descubrir que su hijo es un acosador escolar, porque no estamos hablando de que haya tenido una pelea o de que tenga mal carácter o en alguna ocasión se haya metido en problemas. Un acosador escolar es alguien que de forma prolongada en el tiempo y sofisticada en las formas consigue amedrentar, dominar e intimidar a otro, y ello es síntoma de que su desarrollo psicológico y moral va por muy mal camino. Así que los padres deben tomar en serio el asunto. No se trata sólo de una reacción, hay que actuar de forma sostenida para comprender qué está pasando con un hijo que es claramente identificado como un acosador, porque habrá mucho que hacer para rectificar esa tendencia.
-¿Es un menor acosador un delincuente en potencia?
-Evidentemente, es un proyecto de delincuente juvenil. De hecho, el bullying es considerado como un antecedente directo de la criminalidad juvenil. No quiere decir esto que todo acosador se convierta en un delincuente, quiere decir que la mayoría de los delincuentes juveniles tienen antecedentes de haber estado involucrados en bullying.
-¿Cómo influyen la pandilla y el entorno en los casos de acoso?
Influye mucho. De hecho, el bullying no puede definirse sin considerar el grupo de referencia. Hay acoso prolongado en el tiempo, en parte porque los espectadores próximos consienten, con su silencio y a veces su aprobación, que uno domine a otro, que uno trate de controlar a otro. Cuando en un grupo la mayoría está en contra de esos hechos, el bullying se disuelve-¿Por qué se producen estos casos de violencia escolar? ¿Cuál es la raíz del problema?
-Las raíces del problema son múltiples e inciden desde factores de personalidad a estilos de comunicación y poder en el contexto social y escolar. Pero, evidentemente, los factores de personalidad tienen mucha fuerza.
-¿Tienen los padres la culpa este tipo de problemas?
-Los padres no tienen la culpa directa, pero sí son responsables de los comportamientos sociales de sus hijos en alguna medida. Unos padres atentos a la vida social y emocional de sus hijos van a saber actuar ante el problema, pero hay otros que ni siquiera conocen la personalidad de sus hijos y que cualquier día se pueden encontrar con esta situación.
-¿Están los docentes suficientemente formados para detectarlos a tiempo?
-En todas las escuelas debe haber un protocolo para afrontar el fenómeno bullying. Todas deben tener ya un plan de convivencia que incluye instrucciones para la actuación. Evidentemente, en unas escuelas la formación de sus docentes y las políticas de afrontamiento son mejores y en otras peores. Por ejemplo, en muchas se ha formado a los docentes haciéndoles creer que el bullying es un conflicto, que conviene hacer mediación, y en este caso la formación ha sido errónea. El bullying no es un conflicto, sino un abuso de poder.
-¿Cuáles son los signos a los que los padres y la comunidad educativa deben estar atentos para evitar que los casos particulares de acoso vayan a más?
-Deben estar atentos a las relaciones interpersonales de los escolares entre sí, a que cada chico sea expresivo, nos hable de sus amigos, nos cuente cómo le va, qué tipo de cosas suceden entre ellos, quiénes son más amigos y quiénes menos, cómo resuelve sus conflictos sociales, si hay o no reciprocidad moral entre ellos, si hay alguien que domine o intente dominar y controlar la conducta de otros. En fin, una relación fluida y sencilla pero bien informada sobre la vida social de los escolares.
-Recientemente ha trascendido en Córdoba un caso en el colegio Salesianos, el primero que se ha denunciado en Córdoba. ¿Es tan buena la convivencia en las escuelas de Córdoba o los afectados no se atreven a dar el paso y denunciarlo?
-Las escuelas de Córdoba no son muy diferentes de las otras provincias. Sí es verdad que los centros privados están algo más aislados en cuanto a sus procesos de formación docente y suelen tener procedimientos disciplinares específicos, pero no tengo ninguna razón para pensar que son distintos. Lo que sí es cierto es que cuando un padre denuncia hay que escucharlo y hay que trabajar para clarificar lo que está sucediendo antes de que sea demasiado tarde. Por otro lado, hay bullying en todas las escuelas, aunque algunos centros privados prefieran decir que el suyo está libre de este problema. No hay ningún centro libre de este problema, lo que no quiere decir que no sea posible lograr que cada centro, con sus dispositivos adecuados y la formación docente idónea, no puede lograr que los conflictos sean resueltos antes de que se estructuren formas duras de bullying. El 35% de los alumnos puede tener experiencias bullying, si bien los casos más graves no llegan al 5% del total.
-Las redes sociales están cada vez más presentes en la vida de los menores. ¿Se están convirtiendo también en un nuevo canal para el acoso? ¿Cómo se puede controlar esto?
-Sí, definitivamente, sí. Se puede prevenir, igual que se previene el bullying directo mediante programas adecuados. Nosotros hemos implementado un programa específico que ha tenido bastante éxito en varios centros de Córdoba.
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