Joel Sánchez Rodríguez
Casi al finalizar el mes de mayo, una enorme tragedia enlutó a una familia del municipio de Huasca de Ocampo, un niño de 12 años de edad se quitó la vida al no soportar más las burlas y agresiones por parte de sus compañeros de aula, que durante meses lo hicieron víctima de bullying, violencia escolar que el detuvo colgándose de un árbol.
Ante la tragedia, en este mismo espacio escribí que la muerte del menor debía ser motivo suficiente para que las autoridades educativas asumieran con la responsabilidad que merece, la necesidad de combatir de manera seria y urgente, la innegable violencia que persiste en las aulas de muchos planteles, en los que el bullying mantiene a un incontable número de niños en el sufrimiento, la afectación de su autoestima y sus emociones.
Se advirtió que por mucho que se investigaran a fondo las causas del deceso del menor, cuya acta de defunción dejaba en claro la causa de la muerte: asfixia mecánica por suspensión, de nada serviría si no se asumían programas realmente efectivos para combatir el fenómeno que las autoridades tratan de “prevenir” con acciones tan pobres como la “vacunación contra la violencia”, que si bien están acompañadas de muy buenas intenciones, resultan inútiles e insuficientes –por decir lo menos- ante una situación de acoso que supera cualquiera de las políticas públicas hasta ahora establecidas.
La muerte del menor, alumnos de la secundaria 220 de la comunidad de Santo Tomás, es un ejemplo del fracaso de lo que se ha hecho y lo mucho que falta por hacer, como lo confirma el deceso de otro menor, también de 12 años, ahora en Pachuca, donde el sábado 30 de junio perdió la vida en su domicilio, colgado de una cinta de un uniforme artemarcialista.
Como era de esperarse, agentes policiacos iniciaron indagatorias en torno a la muerte del chico, alumno de la escuela secundaria técnica número 40 de Pachuca, encontrando claros indicios de que era víctima de Bullying, acoso de sus compañeros para poner en práctica juegos de alto riesgo como el ahorcamiento y asfixia “fingida” para demostrar valor y para ganar liderazgo entre sus pares escolares.
Dicho plantel es un ejemplo notable en cuanto a casos de violencia escolar, basta con buscar en la popular red de You Tube para encontrar muchos videos de peleas al interior de la institución, en la que también queda el recuerdo de la incapacidad oficial para frenar el bullying y la práctica de “juegos” peligrosos como resultado de la presión entre jóvenes y del acoso en las aulas que las autoridades no son capaces de prevenir, combatir, muchos menos de erradicar de los espacios educativos.
Es tiempo de que las instituciones dejen de experimentar en el combate al Bullying y de poner en práctica planes, programas y proyectos que no sean surgidos de la improvisación. Dos niños perdieron la vida en un lapso de 5 semanas, frente a una situación que no puede esperar más a la búsqueda de soluciones porque estas deben tomarse ya.
La Secretaría de Educación Pública de Hidalgo cuenta con una dirección de programas estratégicos, a la que corresponde asumir medidas inmediatas, para que casos como los ocurridos en Huasca y Pachuca con ambos niños, no se vuelvan a repetir.
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