(Vivencias de un joven acosado)
La vida puede ser un espejo de ilusiones. Es un pensamiento o una idea que siempre he tenido en mi mente. Muchas veces lo que creemos real, lo que creemos eterno o lo que creemos que es bueno se transforma en un abrir y cerrar de ojos en un espejismo que se ha desvanecido, viendo entonces la cruda realidad. Una cruda realidad que siempre ha estado ahí, salvo que nosotros no la hemos visto hasta entonces. En el tema que me atañe con esto del blog, el acoso escolar, es una realidad que si bien esta ahí, no siempre se ve. Se ve, al menos en lo que respecta a mi caso, cuando o bien te afecta a ti de lleno. Puedes ser la victima del acoso escolar o un familiar.
En mi caso fui la victima de los improperios y las palizas, pero una vez abandonado el instituto la situación pareció por un momento volver hacía mí como un boomerang ciñéndose con alguien de mi entorno familiar: mi hermana.
Esto se remonta cuando hacía apenas un año que había abandonado el instituto. Estaba por aquel tiempo trabajando y solía llegar a las tres para comer, la misma hora en la que mi hermana regresaba del instituto. Estaba aun bastante reciente mi paso por aquel infierno que se convirtió el instituto y las heridas aun no había cicatrizado del todo (yo diría que habían cicatrizado en un 10 %), aun así la vida se me plantaba por delante y las únicas preocupaciones eran la de asistir todos los días a mi puesto de trabajo. Pero la situación en la familia no era del todo tan buena.
Aquel año un grupo compuesto por chicos y chicas del pueblo que solían ir al instituto de mi hermana, traían por el camino de la amargura a mi hermana cuando tenían que volver al pueblo en el coche de línea (ya que al no pertenecer al centro de referencia no tenían derecho a bus escolar y se tenían que conformar con el coche de línea que pasaba todos los días). Durante aquel trayecto que apenas dura unos 30 minutos se solían poner el grupo acosador en los asientos vacíos que rodeaban a mi hermana. Y entonces empezaba los tirones de pelo o los insultos (en ocasiones en forma de berridos tan parecidos como la berrea de los ciervos como me confeso más tarde mi hermana). Salían del autobús y algunos de los muchachos o muchachas seguían a mi hermana hasta la calle donde vivimos co la escusa de que tenían que pasar por ahí, y ya de paso para seguir con la juerga padre (si es que se puede nombrar juerga al hecho de que un grupo de adolescentes se ceben contra una muchacha).
Esta situación se fue agravando en un periodo de tiempo considerablemente corto y se extendió de tal forma que dos muchachos que iban al instituto donde iba mi hermana y que cogían el mismo autobús, pero que no pertenecían al mismo pueblo que mi hermana se unieron al maltrato.
No se por que siempre me he imaginado esa situación como la que se podrían producir entre un ciervo acorralado por una jauría de perros rabiosos y babeantes que se ciernen sobre la indefensa presa (solo con imaginármelo no puedo evitar apretar los dientes y sentir algo raro en el estomago). Pero todo en esta vida tiene un rebose, una situación en la que uno explota. Y mi hermana exploto o mejor dicho la explotaron.
Un día llego mi hermana llorando (como nunca la había visto hasta aquel momento, un lloro histérico), con la cara colorada y totalmente congestionada. Recuerdo que por la mañana se había puesto un chándal por que aquel día tenia clase de gimnasia, pues bien el chándal estaba desgarrado. Al verla la pregunte que había pasado, ella no podía responderme, salvo con un mar de gritos histéricos. Me llevo un tiempo hasta que por fin la saque la verdad, la miserable y cruda verdad. Durante el trayecto en el autobús la habían agarrado del pelo y la habían roto en chándal. Después cuando el autobús llego a la gasolinera del pueblo siguieron agrediéndola, aunque esta vez verbalmente, me imagino que para hundirla aun más si cabe.
Y ahora estaba en casa. Como os podéis imaginar me plantee que hacer. Ni mi padre ni mi madre estaban en casa en aquel momento. Pero aquello tenía que empezar a solucionarse. Así que que fui directamente a la casa del muchacho que había agarrado por los pelos a mi hermana. Cuando llegue a la casa, el muchacho aun no había llegado. Hable o al menos intente hablar con la madre del muchacho. Y cual fue mi sorpresa cuando la expuse lo sucedido, me contesto que que iba a hacer ella. Que ella no era su hijo y que el era ya dueño de sus actos y ella no era responsable de lo que hiciese el. ¿Como que no era responsabilidad de ella el hacerse cargo de los problemas que creaba su hijo menor de edad? No podía salir de mi sorpresa. Aquella mujer que tenía delante mía no se hacía cargo para nada de su hijo. La respondí que entonces que pintaba su hijo viviendo en su casa. La callada por respuesta. Además ni se digno a abrirme la puerta, sino que estuvo todo el rato hablándome desde el balcón. Airado la respondí que aunque ella no se hiciese cargo de aquella situación ni iba a hablar con su hijo para atajar el problema, tendría que solucionarlo poniéndolo todo en manos de la justicia. Ni se inmuto. Me marche de aquel lugar y tome la decisión que más justa veía para atajar todo aquello.
Me encontré con el muchacho y le dije a las claras que ni se pensase que se iba a librar, aparte que le recrimine su actitud, esto siempre que la frialdad que me emanaba del desprecio hacía el muchacho. Sí, desprecio. La gente que me maltrato esta perdonada, pues no hay mayor defecto en el ser humano que odiar y llenarse de rencor ya que lo único que hace esto es llenarte de miseria (esto ultimo ya lo he comentado en otra entrada, no publicada hace mucho); pero cuando ves a alguien crecer y convertirse en un desecho humano lo único que te puede inspirar es puro y sincero desprecio (el tiempo por desgracia me ha dado la razón). Una vez que había hablado con el principal causante de la mierda que había enfangado a mi hermana me dirigí de vuelta a casa.
Había por supuesto otros causantes no menos culpables de lo que había pasado a mi hermana, pero aquello lo soluciono mi madre, de una manera que no distaba mucho de mi actuación delante de la madre del muchacho. Mi madre hablo con algunos de los padres de los menores que habían intervenido en aquel suceso, denuncio ante el instituto lo acontecido y a uno de los muchachos que habían intervenido, pero que no era de nuestro pueblo ni de donde esta el instituto llamaron a su madre.
Es curioso. La madre que yo me encontré era una persona que parecía desentenderse por completo de su hijo (aunque no actúo del mismo modo cuando se entero de la denuncia que le habíamos puesto, su actitud fue aunque parezca que no debería de decirlo, aunque es la verdad, su actitud fue de pedir clemencia y mil y un perdones si retirásemos la denuncia), pero la madre del muchacho que llamaron le afectó tanto el asunto que pidió nuestro numero de teléfono, no se lo dieron como es lógico, pero la mujer pregunto por los apellidos de mi hermana y así con los apellidos encontró en la lista telefónica nuestro numero.
La mujer llamaba no para decir que su hijo era incapaz de hacer tal acto, como suele pasar por desgracia hoy en día y en aquel tiempo (que no hace tanto); sino para preocuparse por el asunto y saber hasta que medida había intervenido su hijo en lo que le había pasado a mi hermana. La mujer pregunto si iba a denunciar mi madre el caso ante la Guardia Civil, mi madre la comento que ya había puesto la denuncia y que su hijo estaba metido en esa denuncia. La mujer lejos de lamentarse alabo a mi madre y comento: "SI MI HIJO NO HICIESE COSAS ASÍ NO NOS TENDRÍAN QUE DENUNCIAR". La mujer le dijo a mi madre que había actuado con este asunto de la misma forma que ella lo hubiese hecho y que castigaría a su hijo y que el muchacho se disculparía ante mi hermana.
Los meses pasaron y salió el juicio por el cual el principal cabecilla de la agresión quedo condenado a unas horas de servicio comunitario, a los demás menores se les salvaban por completo de ningún tipo de condena. Pero aparte de juicios, lo que gano mi hermano fue la tranquilidad y el final de aquel conato de acoso escolar. Aquella historia si que tubo un final feliz y para respiro mío mi hermana no tubo que vivir en un infierno constante como el que viví yo en mi instituto.
Fuente:
http://memoriasdebullying.blogspot.com/2010/10/la-misma-historia-otro-rol.html, a través de
http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com.es/2010/10/la-misma-historia-otro-rol.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario