La agresión física y psicológica que sufren estudiantes por otros estudiantes, que ha venido en llamarse “bullying”, crece en número y se agrava en daños. Una de las razones para este lamentable crecimiento es el encubrimiento institucional, de parte del colegio, de estos actos que tienen claramente victimadores y víctimas.
En un reciente caso de acoso de una colegiala a su compañera de colegio ésta optó por cambiarse de establecimiento, lo que no sirvió para eludir los ataques pues la agresora continuó con ellas. Intervino entonces la madre de la acosada; pidió a la de la agresora que detuviera los actos de hostilidad a su hija. No solo recibió una respuesta desconsiderada, sino que más tarde aquella y otra mujer atacaron físicamente a la madre reclamante dejándola malherida en la puerta del colegio. Las dos mujeres fueron denunciadas a la Policía que detuvo a una de ellas, y ahora se espera que un proceso judicial termine con un fallo.
Esto revela que el acoso colegial ha trascendido ese ámbito para continuar entre madres y familias que, aun cuando sean comprobadas estas agresiones, defienden a sus hijos que las cometen.
Ya antes dijimos que se debe tomar drásticas medidas disciplinarias en los colegios donde ocurren estos actos y también policiales si fuera necesario. Está claro que la tolerancia de colegios, alumnos, profesores, directores y padres de familia, es el denominador común ante este problema.
Si el caso comentado no sirve para adoptar aquellas medidas necesarias, las agresiones continuarán y pueden devenir en luchas familiares violentas con resultados gravísimos.
Por otro lado, los estudiantes que se sienten vejados de cualquier manera; tienen el derecho de recurrir a instancias judiciales para pedir el castigo a sus agresores. Después de todo, en la Constitución Política de Estado y en leyes específicas existen artículos de defensa de las personas.
También es necesario exhortar a las autoridades de Educación a que tomen decisiones respecto a los colegios donde se comprueba la tolerancia de estos actos.
Un niño, una niña, un adolescente, que sufre permanente violencia psicológica y física, no puede estudiar con normalidad y, lo que es más grave, puede tener secuelas en su madurez.
Fuente:
http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/2012/0330/noticias.php?id=50058
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