Estudio muestra que el bullying escolar tiene efectos negativos en la adultez
Universidades de Duke y de Warwick siguieron a 1.400 niños y adolescentes que fueron víctimas, matones o ambas cosas. Una década después todos tenían más riesgo de enfermedades. Aunque los que fueron víctimas y victimarios eran los más afectados.
Cristina Espinoza
Ser intimidado en el colegio no es un rito inofensivo o una parte inevitable del crecimiento infantil, sino un problema que tiene consecuencias hasta la adultez para todos los involucrados.
Así lo muestra un estudio de las universidades de Warwick, en Reino Unido, y Duke, en Estados Unidos, que siguió a 1.420 niños, entre los 9 y 26 años, y que examinó el impacto del bullying en la adultez de víctimas, agresores y quienes siendo víctimas se transforman en agresores o viceversa (agresores-víctimas).
El estudio, publicado en la revista Psychological Science, muestra que todos los niños implicados en el bullying sufren las consecuencias de este cuando son adultos, tanto a nivel físico, como sicológico y en sus relaciones sociales futuras, por lo que nunca debe restársele importancia.
DE VICTIMAS A MATONES
Los niños que sufrieron acoso y luego se transformaron en matones (o que de matones pasaron a víctimas), constituyen uno de cada cinco casos de bullying.
Y aunque no son mayoría son los más afectados cuando adultos por éste: tienen seis veces más posibilidades de sufrir una enfermedad importante (como depresión, intento de suicidio, asma, tabaquismo, etc.) que quienes no sufrieron acoso en su infancia. Además mostraron cinco veces más probabilidades de renunciar a múltiples empleos y el triple de riesgo de ser despedidos.
“Los víctimas-agresores (o viceversa) pueden estar en mayor riesgo porque están derrotados socialmente. Son niños que son matones, pero que luego también pueden ser víctimas o víctimas que tratan de defenderse y se convierten en matones, pero con poco éxito”, explica a La Tercera Dieter Wolke, profesor del departamento de Psicología de la U. de Warwick y autor principaldel estudio.
Se trata de niños más impulsivos, fácilmente provocables, con baja autoestima, impopulares entre sus compañeros y con baja comprensión de las señales sociales. Un conjunto de factores que los lleva a vivir ambas caras del bullying.
“Los agresores-víctimas ven el acoso a los demás como su único medio de éxito social”, explica William Copeland, de la Escuela de Medicina de la U. de Duke y coautor del estudio. Pero no controlan bien los mensajes sociales ni son populares como los matones, por lo que sufren estrés tanto cuando son víctimas como cuando son victimarios. “Son niños que deben ser estudiados y darles un tratamiento distinto a las víctimas comunes. Ellos tienen más probabilidades que los otros de provenir de familias disfuncionales o de tener comportamientos problemáticos preexistentes al matonaje”, dice el estudio.
VICTIMAS
Las víctimas suelen ser niños introvertidos, físicamente débiles, o propensos a mostrar una reacción (por ejemplo, correr o enojarse), tienen un pobre conocimiento social o tienen pocos o ningún amigo que pueda ponerse de pie para ayudarlos. Cuando sufren acoso en forma persistente (todo el tiempo y no sólo una etapa de la infancia), muestran problemas siquiátricos a temprana edad.
Una sombra que no desaparece en la adultez. Los niños encuestados que habían sufrido acoso entre cuatro y de seis veces en los últimos tres meses, diez años después tenían 2,5 más posibilidades de tener una enfermedad seria que una persona que no sufrió bullying y cuatro veces más posibilidades de sufrir un desorden de tipo siquiátrico.
Mostraron, además, una relación más pobre con sus padres, tres veces más problemas para mantener a sus amigos y el doble de riesgo de no terminar el colegio o la educación superior.
LOS VICTIMARIOS
Los matones no son “inmunes” a los afectos del bullying. Tuvieron más problemas de conducta ilícita en la adultez, como consumo de marihuana, alcohol y drogas. Dos veces más riesgo de ser despedidos de sus trabajos y de tener relaciones violentas. El doble de riesgo de no terminar el colegio y el triple de no conseguir una carrera.
Sin embargo, su salud física no se vio tan deteriorada como en los otros dos casos: 1,06 veces más de riesgo.
Esto se debe a que, en general, son individuos sanos, fuertes y con un estatus social más alto. “Son conocidos por todos, algunos les temen, otros los admiran, eso les ayuda a que no se vean afectados negativamente en su salud”, indica Wolke. No sufren gran estrés y es éste, en defintiva, lo que provoca riesgo de enfermedades.
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