Manuel Rodríguez G.
No son pocos los profesionales/especialistas, normalmente ligados al sector público, que pueden intervenir en un caso de acoso escolar: profesorado, inspección, asistentes sociales, psicólogos, especialistas médicos y un largo elenco. “Profesionales” que, en demasiados casos atienden ineficazmente a su ética y código deontológico. Pocos tienen la valentía de poner en marcha esas dos condiciones: ética y deontología para amparar a la víctima. Lejos de cumplir con esas obligaciones personales y profesionales, no es extraño que se acomoden a las pautas, corporativismos, recomendaciones e incluso presiones/chantajes de quienes ostentan la condición de “Superiores jerárquicos”. Por el contrario, si no se sigue esta senda marcada, no será extraño atenerse a “curiosas consecuencias”, llamémoslas “daños colaterales”…
En mi caso, he comprobado y cotejado como ninguno de los “maestros” de los tres colegios por los que pasó mi hija dieron la talla; ya no sólo por mirar a otro lado ante la exclusión, discriminación y acoso sufridos, sino incluso nos pocos por desacreditarnos e incluso atacar indirectamente con obscenas falsedades, rumores sibilinos y otras muchas poluciones indecentes a víctima y familia.
De inspección qué decir: hace demasiado tiempo que en contra de lo que se supone es inspeccionar, supervisar, paliar y llevar a buen puerto las medidas y herramientas que el Sistema Educativo debería aportar al alumnado, este básicamente se ha comportado como una verdadera policía política, donde a base de consignas, órdenes y misivas, generalizadamente ejercen su enorme poder a través de las direcciones de los colegios, ocupadas a menudo por individuos sumisos y dóciles que atenderán con diligencia y obediencia las consignas marcadas por Inspección. Por supuesto, el cotejo para estos prepotentes vigilantes de sus taifas no existe y la sistémica respuesta ante alguna denuncia o queja es el síndrome de negación y la agresiva respuesta hacia quien ose desdecirlos (la mejor defensa, aunque sea de un modo nada ético debe el ataque agresivo e intolerante).
Aún recuerdo los encuentros con algunos de estos represores actores y la liliputiense talla humana y ética que me mostraron. Incluso de algún personaje que junto al actual Jefe de Inspección de mi Comunidad, tuvo la indecencia, chulería y arrogancia de venir a advertirme que “muy pronto tendría problemas”…. como los tuve al escaso mes siguiente: “Falsa denuncia a Infancia por supuesta desprotección hacia mi hija”.
Respecto a ciertas asistentas sociales, destacar el metódico procedimiento de actuar cual inquisidores actores, donde el resorte de una denuncia por una familia ante el acoso escolar de cualquier colegio (sobre todo público), activa toda la maquinaria represora y corporativista para agredir a la familia en forma de bulos, rumores y caza de brujas, poniendo en duda las actuaciones de los padres ante sus vástagos; y lo peor extendiendo ese mensaje envenenado por toda la sociedad próxima a los afectados. De ese modo se entierra el caso de acoso (que a estas alturas ya no es sólo bullying sino además, por ende acoso institucionalizado) y, dependiendo de la actitud familiar, se aireará más o menos ese chantaje zafio y emocional: Si la sumisión es aceptable dejarán que el tiempo y las mentiras borren cualquier rastro del acoso originado. Si por el contrario, la familia se niega a caer en esa propaganda goebbeliana e intenta denunciar y seguir divulgando el caso, la fagocotosis de todo el entramado institucional se pondrá en marcha y “en aras a proteger al menor” actuarán con métodos represivos y totalitarios. Ese que el poder público puede conferir a tanto desalmado.
Marcado tengo, cómo una patética asistenta social se negó a escuchar a mi hija cuando ella intentaba explicarle los sucesos de hostigamiento y acoso en su último colegio, habiendo sido anteriormente cómplice y vulgar chivata trotaconventos, al más puro estilo posbélico de nuestra vergonzosa Guerra Civil, donde cualquier zafia y mísera falsa denuncia servía para que el interesado rumor pasase a ser prueba concluyente de un veredicto culpable. También, cómo no, llevo grabado cómo años atrás, otra negaba ayudas para mi hijo y a la vez era partícipe del acoso y derribo hacia mi, tras el escrito de denuncia que me vi obligado a realizar a máximos responsables políticos de mi Comunidad, Extremadura e incluso al Defensor del Pueblo.
He conocido también a algunas psicólogas ligadas al sector público y a colegios; alguna de ellas, con suculenta clientela proporcionada por colegios afectados a ese acoso escolar, que en modo alguno dudaron en posicionarse del lado de los centros y desdecir y negar el grave caso de acoso constatado y diagnosticado con tal de seguir en algún puesto relevante a nivel local o bien engordando su cartera de clientes, como digo en buena parte por la colaboración de estos centros con alguna que otra “avispada profesional de la psicología”.
Me he visto obligado a aguantar las presiones y chantajes zafios de psicólogos pertenecientes a la Consejería de ¿Igualdad? que, en lugar de ayudar y atender a esa niña desvalida hicieron piña junto con otras instituciones ligadas para intentar doblegar la dignidad de quien ha denunciado gravísimos hechos, menospreciando el acoso escolar y la discriminación de la niña a costa, no de la ignorancia; sino del falso celo profesional, nulo auxilio y sobre todo cinismo prepotente de quien quiere demostrar con falsos hechos que hay que plegarse y ser sumiso ante cualquier institución, pues debe ser una máxima de estos Neo Torquemadas institucionales aquello de que el fin justifica los medios, aunque el fin sea enterrar a una niña en el mayor de las exclusiones y los medios para ello sean paralelos a los que cualquier terrorismo imponga a las víctimas.
Y, cómo no, he sufrido a no pocos “especialistas médicos”, con sus dubitativos informes, no pocos negados finalmente por el miedo y la presión que alguno me llegó a confesar (tanto que cuando alguno tuvo ocasión se quitó de enmedio y pidió traslado); otros negando hechos ante la incomodidad del caso; desdiciéndose cuando llegado el momento había alguna reunión con los propios censores e incluso alguno temblando ostensiblemente cuando el miedo les indicaba que no debían firmar unos acontecimientos constatados, pero que evidenciaban que la ética, el código deontológico y el juramento hipocrático eran contrarios a ellos.
Como indicaba al principio de este escrito hay “Profesionales” que, en demasiados casos atienden ineficazmente a su ética y código deontológico. Seguramente sus intereses egocéntricos, sus miedos, presiones de terceros, miserias e incluso cobardías de no pocos han sustentado y nutren a todo este proceso de acoso institucional, generado, no lo olvidemos por tapar y disfrazar en origen la discriminación, exclusión y acoso hacia una menor. Discriminación, aislamiento y soledad total que, lamentablemente, se sigue produciendo a día de hoy.
Poco que ver con lo que a continuación se recomienda en la siguiente publicación, respecto a los Principios Generales de Código Deontológico:
ACOSO ESCOLAR Y CÓDIGO DEONTOLÓGICO
PUBLICACIONES RELACIONADAS (entre muchas otras de la siguiente bitácora):
http://elcuadernodeguillermonoacoso.blogspot.com.es/2011/05/insumision-y-hartazgo-de-chantajes.html
http://elcuadernodeguillermonoacoso.blogspot.com.es/2011/06/cita-ciegas-con-torquemadas.html
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