Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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domingo, 18 de noviembre de 2012

«Prefiero morirme antes que volver al instituto»

 

«Prefiero morirme antes que volver al instituto»

ISABEL PERMUY

Cuando Javier supo por las noticias que una menor se había quitado la vida en Ciudad Real porque otros escolares le hacían la vida imposible, no pudo evitar estremecerse: «Otros que no han hecho nada por evitarlo», comentó a sus padres. La muerte de Mónica le hacía revivir su propio calvario, por el que había pasado durante meses y del que aún no se ha recuperado del todo.

El de Javier -nombre ficticio con el que su madre quiere proteger a este muchacho de 15 años que todavía se siente amenazado-, como el de Mónica, es uno de los muchos casos de acoso escolar que se producen cada día en España y que convierten en una pesadilla la vida de chicos sin que apenas aflore la situación hasta que se desborda. Apenas hay estadísticas fiables para estos dramas invisibles, aunque se estima que la existencia de una tasa de hasta el 23,3% en España.

Mariví, nombre también figurado de la madre de Javier, cuenta que todo empezó por «un malentendido», cuando unos compañeros a los que se interrogaba por una fechoría, sospecharon que su hijo era el «chivato» que los delató. A partir de entonces le etiquetaron de «empollón», le atacaban en las redes sociales y decían de él que era un «rarito» por no acudir a botellones, explica la madre. De ahí se pasó al aislamiento, ya fuera en los ejercicios físicos en el gimnasio o en los trabajos en grupo en clase. «Los amigos no le defendían porque tenían miedo de que fueran también a por ellos», explica Mariví, que tardó tiempo en descubrir la razón del cambio en el carácter de su hijo. «De venir contento del colegio, empezó a estar muy callado, decía que no tenía ganas de comer y acurrucaba en el sofá», recuerda.

Sobredosis de pastillas

En la tutoría le decían que todo iba normal y fue un profesor quien le puso sobre la pista de que «alguien se estaba metiendo» con Javier. La madre acudió a la directora, pero ésta le dijo que dijera quiénes eran los que le acosaban. Él, temeroso, seguía sin soltar prenda. Así hasta que un día, meses después, ingirió más pastillas para la alergia de las debidas y acabó en el hospital. Allí por fin empezó a confesar y dio un par de nombres de quienes le atormentaban. Se les hizo pedir perdón, pero el acoso, según la madre de la víctima, no cesó y dos o tres meses después Javier volvió a derrumbarse y tuvo que permanecer una semana hospitalizado para recibir atención psiquiátrica: «El centro no hacía nada y él decía que prefería morirse antes que volver al instituto», relata la madre. Más aún, aseguraba que «la profesora y la directora le decían que no dijera nada a su madre». El hospital descartó que fuera un chico con problemas psicológicos, sino que todo obedecía a lo que sucedía en el centro. «Era una situación de indefensión total», señala Mariví, que al final le cambió de centro. «Ahora está contento y ha engordado ocho kilos, porque se había quedado en los huesos», señala. La madre de Javier ha denunciado tanto a los presuntos acosadores como al instituto, en este caso por su pasividad ante lo que estaba sucediendo.

Precisamente, la especialista en acoso escolar Araceli Oñate, directora general del Instituto de Innovación Educativo y Desarrollo Directivo, asegura que los niños están «desprotegidos» ante la violencia en las aulas y no se está sancionando ese tipo de conductas. «Con el actual sistema asambleario se tarda 20 días en poner una sanción a un niño que tira una silla por la ventana y el resto observa que la violencia es rentable». Y ante un caso de acoso, «en vez de vigilar, aíslan a la víctima». «Debería cortarse de raíz», advierte.

Rafael Martínez: «Intentaron tirarme por la ventana cuando tenía 16 años»

La adolescencia se convirtió en un infierno para Rafa Martínez. Aunque hoy tiene 23 años, todavía recuerda como una pesadilla su paso por la ESO en un centro concertado de la ciudad. Ser un adolescente homosexual, incluso cuando todavía no tenía plena conciencia de ello, le convirtió en el blanco de todo tipo de burlas, vejaciones, insultos, amenazadas y agresiones físicas por parte de sus compañeros.

«Era un chico sensible, muy poquita cosa. Mis compañeros me hacían el vacío, así que prácticamente sólo me relacionaba con la chicas de mi clase» relata Rafael, «me llamaban mariquita, me robaban el material escolar... cuando salía de clase intentaba no encontrarme a ningún compañero por la calle, porque entonces intentaban pegarme».

Las amenazas subieron de tono hasta que en 3º de ESO, cuando tenía 16 años, «dos compañeros intentaron tirarme por una ventana de la clase, que estaba en un segundo piso, porque en lugar de callarme decidí responder a sus insultos». Otras veces, añade, «difundían bulos en clase sobre mí. Decían que estaba enamorado de un compañero, y éste venía a pedirme explicaciones. Yo intentaba convencerme a mí mismo de que no era gay, por miedo al rechazo social». Rafa encontró el apoyo de sus padres, que le propusieron sacarlo del centro y matricularlo en un instituto público. «Me negué por orgullo, porque en ese caso hubieran ganado los que se dedicaban a acosarme», explica.

En la actualidad, Rafael cursa estudios de Publicidad en la Universidad de Alicante.

Fuente:

http://www.abc.es/sociedad/salud-educacion.asp

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