Manuel Rodríguez G.
Esta es la realidad de la postura muy generalizada de los centros escolares ante el acoso escolar que se da en ellos (Ver el siguiente vídeo de “Proyecto bullying”, donde el colegio y mal denominados “compañeros”, se desentienden ante la solicitud de una simple entrevista
http://www.cuatro.com/_8af8b55b
Síndrome de negación y ninguneo de esta violencia silenciada y disfrazada. Con ello además el mensaje y aprendizaje de hostigadores y víctimas son palpables:
- Los hostigadores se fortalecen y siguen entrenando su muy nefasta empatía, e incluso su posible psicopatología latente, ante el premio de que el centro se desentiende o se alía indirectamente contra ellos, al negar estos gravísimos hechos; mientras que otros compañeros se suman al linchamiento de la presa elegida por el pseudolíder. Un redito muy jugoso para el ego de quien tanto daño hace. Un aprendizaje muy “productivo”.
- Las víctimas recogen el mensaje de que, ante este terrorismo psicológico, finalmente caen derrotadas ante la indefensión aprendida y asumida de que nadie va a ayudarles; menos aún los muchos cómplices directos e indirectos en el contexto del aula (dirección y profesorado del centro incluidos), donde a menudo tendrá que luchar con el fantasma del chivo expiatorio fabricado: “Si te está pasando a ti te lo habrás merecido, algo habrás hecho, eres torpe e inadaptado, debes espabilar, algún problema tendrás…”.
Esa indefensión asumida romperá los esquemas de muchos derechos inherentes al individuo; entre ellos al básico del respeto personal a todos los niveles. En el mejor de los casos, si esa dañina dinámica no para en el aula y en el contexto social de la víctima, el daño sufrido será irreversible, con serias secuelas psicológicas que la víctima sufrirá de por vida: ataques de ansiedad, frustración, inseguridad, baja autoestima, distimia, labilidad emocional, estrés postraumático, fobia social, propensión a adicciones, agresividad latente ante la gran soledad y amargura de sentirse desplazado socialmente y un largo etc. Eso, en el mejor de los casos; o sea en lo menos malo.
En el peor de los casos, cuando además del vacío y ninguneo de estos graves casos en el contexto escolar no se produce el apoyo proactivo por falta de alerta, subdimensión del problema y/o comunicación de los familiares directos, esa indefensión aprendida y asumida puede dar a lugar a un suicidio inducido; inducido por tanto cómplice cobarde que habrán ayudado al acosador, a un posible candidato a psicópata, para que el día de mañana, ya aventajado y experimentado, hostigue e intente hundir en su entorno a cualquiera que conviva o se cruce con él en su camino: con la pareja, en el trabajo, en su entorno familiar y social...
Tarde ya, demasiado tarde ya, se hablará de violencia social, familiar y cómo no de violencia de género. Se contabilizarán las consecuencias de actos violentos y transgresiones, sólo que casi nadie hablará de la anamnesis social, de la génesis de atrás, de lo que hipócrita y míseramente se ocultó por toda una sociedad, y sobre todo, por unos garantes institucionales, sistema educativo a la cabeza, para que ese terrorismo socio-educativo se quedara en un simple “cosa de niños”, aquí nunca hubo ni habrá acoso escolar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario