Acabo de llegar de una velada de festejo en mi pueblo (San Antonio). Velada amargada cuando mi hija sintiéndose cómoda y risueña con su hermano ha tenido que compartir sitio en una atracción con una aprendiz aventajada de mala gente que llegó a última hora; de falsa harpía, de mala pécora; no de esas que por circunstancias de la vida alquilan sus carnes; sino de esas que procedentes o no de malas madres son ante todo provocadoras y listas como el hambre; de esas a las que por su condición de preadolescentes sabandijas, uno recuerda a su madre, a sus muertos y a muchas otras cosas que el dolor soportado durante tanto tiempo te escupe y te empuja a soltar; cuando ves, como mirando a tu hija, ya asustada, acomplejada e inquieta cuchichea con dos cómplices más, mientras mira con sus ojos oscuros como su alma con complacida reseña y prepotencia a la víctima; a la que vejó, acosó, maltrató con sus bulos, con su derribo y desprestigio en su anterior colegio; mientras se cruza su envenenada mirada con la mía e inicialmente transforma su falsa mirada a una de mosquita muerta, para luego seguir cuchicheando con sus dos amigas, que parecen reírles el comentario mientras mira a mi hija, ya acojonada, incómoda y con la cabeza agachada y taciturna, mientras la vil, pendenciera y prostituida ética de esa basura de 13 años, en un gesto de osadía intenta mirarme y me echa un pulso con la mirada, hasta que mis ojos le muestran el asco, el aborrecimiento y la leche agriada que tanto dolor acumulado por una niña inmadura, dócil, sin picardía y ante todo buena persona, ha tragado durante toda su infancia; ahora ya ahogada en ella.
Ese pulso de miradas la pone nerviosa, la saca de sus casillas y finalmente se refugia, como no en sus amigas; como pasa a menudo con cobardes alimañas. Pierde los nervios y me grita con agresividad - ¿qué miras? -, mientras sigo mostrándole con mi silencio y mi asqueada mirada el infinito desprecio a ese ser repugnante que junto a otros “compañeros de colegio” en su día y hoy intentada, dio con el traste la infancia de mi hija, ya perdida, ya jamás rescatada.
Como dice un amigo mío, espero que esa víbora de ojos sucios pague algún día el daño que ha hecho a una noble e inocente niña, perdida, asustada y acomplejada aún hoy día. Espero que sus padres no se molesten si confirmo y expreso como decía el mismo Unamuno, “me cago en tus muertos” si fue una de esas malas hierbas que emponzoñaron y jodieron a mi hija; en caso contrario que no se den por aludidos; sólo que en este caso tengo y puedo demostrar que la “cagada diarreica” la denominaría yo, se la ganó a pulso.
Para terminar la jornada e intentando endulzarle la velada, aunque fuese artificialmente con algodón de azúcar coincidimos con una ex amiga de Silvia, aludida en la referencia http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com/2010/04/dime-que-tiras-al-agua.html
Por supuesto ni saludó ni pareció conocernos…pero ese ya era un mal menor respecto a la minada pesadumbre y autoestima de mi hija.
Espero que quien lea esto disculpe mis excitadas palabras amargas, quizás groseras para algun@s, pero producto desgraciadamente, ni más ni menos, que de estar tragando, aguantando e intentando izar a una niña que perdió su condición alegre y hoy día sigue triste y rota por “hembritas y machitos” gentuza como la descrita.
(Escrito realizado en junio de 2010, a través de http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com.es/2010/06/asco-obligado.html )
2 comentarios:
Vagamundo entiendo tu rabia y dolor en tu escrito y no dudo en la razón de tu "mala sangre" por los hechos que describes y toda la historia de Silvia y debes haber pasando y estas pasando por un infierno, aunque veo que es una entrada del 2010 y pueden haber cambiado un poco las cosas por tu lucha y constante tesón.
Decirte que de momento y con mis dos nietos con autismo hemos tenido algún encontronazo con padres, abuelos y niños desconocidos, con gente conocida padres, abuelos, maestros y niñ@s todo lo contrario los quieren y los ayudan en todo, y esto les vale muchísimo para aprender e integrarse en las mayorias...!!!! Salud.
Estimado tocayo, salvando las distancias entre el autismo y el déficit atencional, tengo que dcecirte que me animé a publicar esta entrada porque una vez más, mi hija se vino abajo reecordando hechos pasados y temiendo muy mucho su presente y futuro cercano. Lejos de no ser consciente de sus dificultades; no sólo de su excesiva inatención sino de la discriminación escolar y ya social que sufre día a día ella se viene abajo habitualmente, al ver cómo muchos grupos de adolescentes viven esa importantísima e ilusionante etapa de sus vidas, sólo que ella es pura espectadora y nada partícipe. La soledad e incomunicación que una sociedad viciada de competitivifdad, cinismo e hipocresia egocéntrica está castigando a chicos como mi hija son, me atrevo a afirmar muy crueles y duras. Sobre todo porque, insisto, ella es consciente de esa discriminación generalizada, de esa cárcel impuesta cual pesada losa. SaLUDOS CORDIALES
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