El acoso que sufre uno de cada cuatro escolares provoca lesiones psicológicas profundas que, si no se tratan, dejan graves secuelas.
«Me sentí muy débil hasta los 10 años sin amigos, ni vida social. No me gustaba ir
al colegio, porque los niños se burlaban de mí». Ese es el recuerdo que guarda
de su infancia la cantante Miriam Fernández, nacida con una parálisis cerebral
que le obligaba a acudir a la escuela en silla de ruedas. El relato que hace de
sus años escolares resulta concluyente. «Me rodeaban y, como no podía caminar,
me utilizaban de pelota. Me cortaban el paso y todo el mundo se reía». Como
ella, uno de cada cuatro niños, el 23% según el más amplio estudio sobre
violencia escolar en España, es víctima del abuso psicológico al que le someten
sus compañeros. Las secuelas de ese «profundo dolor, que no deja rastro físico,
ni moratones, ni sangre, pero pasa factura a lo largo de la vida de la víctima,
son demoledoras», advierte el reconocido psicólogo y escritor Iñaki Piñuel y
Zabala.
«Al leer esta información, muchos adultos revivirán terribles episodios de
violencia psicológica que les marcaron para siempre. Cuando eran niños les
convencieron de que vivían en una selva, donde triunfaría sólo el más fuerte y
donde lo único que cabía era huir, porque nadie les iba a ayudar. ¿Sabe por qué?
Porque todo el mundo trivializa la violencia escolar, que es uno de los grandes
problemas de nuestra sociedad». Piñuel y Zabala participa hoy en la apertura del
curso Encuentros con la Salud de EL CORREO, con una doble charla sobre los
efectos de este fenómeno en la salud infantil. El acto matinal, en la
Universidad del País Vasco, estará presidido por la consejera de Educación,
Isabel Celaá.
La mayor parte de los episodios de violencia que sufren los niños en el colegio
tiene que ver más con conductas de acoso psicológico que físico. «La
ridiculización, la exclusión, el envío de mensajes como 'tu no juegas, eres
respulsivo y si quieres estar con nosotros, danos tu juguete...' acaban por
hacer que el niño se sienta como un monstruo», relata el experto. Las víctimas
son críos iguales que los demás, pero por algún motivo desconocido son elegidos
para convertirse en blanco de las burlas de sus compañeros. «Basta un
rendimiento extraordinario, el hecho de que sean chicos o chicas más ingenuos,
más curiosos, más guapos, cualquier razón vale para convertirlos en chivos
expiatorios».
Cuanto más pequeño es el chaval, más difícil resulta detectar esta situación,
porque para un niño resulta muy difícil poner palabras a una vivencia así.
«Desgraciadamente», cuando lo hacen, los padres tienden a negar el problema.
«Sofocan el relato diciendo a su hijo que es normal, que eso siempre ha
ocurrido, 'también me pasó a mí, no hagas caso y mira para otro lado'». Tampoco
en la escuela, según el especialista madrileño, encuentran la solidaridad
necesaria. «Lo habitual es que los padres reciban del centro el diagnóstico al
revés: 'su niño no sabe hacer amigos, no sabe integrarse, no sabe jugar ni hacer
frente al maltrato».
El patio es «la guerra»
El efecto más frecuente de la violencia escolar en la salud infantil es el
estrés postraumático, una sensación de miedo e inseguridad comparable a la que
viven las víctimas de bombardeos, violaciones, secuestros y terremotos. Los
niños que lo padecen se muestran más irritables, presentan problemas de
atención, tienen miedo, rechazan ir a la escuela, especialmente tras un fin de
semana o a la vuelta de vacaciones; y con frecuencia desarrollan molestias
psicosomáticas. Dolores de cabeza y estómago, por ejemplo, que vuelven 'locos' a
los médicos, incapaces de ver lo que no hay. «Niños con estrés postraumático son
frecuentemente diagnosticados de hiperactividad. Esta confusión es tremenda
porque no sólo no da con la verdadera causa, sino que, además, revictimiza al
niño con un diagnóstico erróneo».
El autor de 'Mobbing escolar: Violencia y acoso psicológico contra los niños'
dice que es necesario hacer entender al menor que él no es culpable de lo que le
ocurre; y a los centros educativos que, en el horario escolar, son ellos los
«responsables del cuidado de los niños». «No mandamos a nuestros hijos a una
guerra. Les mandamos al colegio y allí los educadores tienen una posición
jurídica de garantes. Son los que han de asegurar la integridad psíquica y
física de nuestros hijos».
Fuente: elcorreo.com
Fuente vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=CmMVzyGKvT8&feature=player_embedded
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