Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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miércoles, 4 de abril de 2018

Suicidios inducidos por acoso escolar. A la familiar de una víctima


Vagabundo

Antes de comenzar, quiero aclarar a lectores y detractores que todo lo que en estos blogs comento es sencillamente producto de mis suposiciones, de mi dura experiencia y de las muchas hostias que el poderoso establishment reinante me ha infringido a lo largo de demasiados años; tantos como los que lleva siendo "puteada" una joven de 20 años desde su más tierna infancia. Por tanto, estas presunciones y suposiciones  interprétense como simples opiniones y reflexiones personales. Que cada cual las entienda procedentes o no. Yo desde luego me las creo, aunque me reservo esa supuesta “paranoia” con la que a algunos malnacidos les encantaría etiquetarme. Quede ahí ese frágil escudo antihostias por lo que pase…

Hace unos días, me llegó un mensaje a través de uno de los blogs que tengo hibernado por diversos motivos desde hace ya más de dos años ( Repasar  ¿Parada final? ).

El mensaje en cuestión era una solicitud de información de una joven, referente a un  caso de suicidio inducido por el terrible bullying o acoso escolar. Un caso, por cierto enterrado prácticamente desde el suceso del mismo por supongo, demasiada incomodidad global.

Detrás de esa solicitud, se encontraba no una posible víctima directa actual; tampoco una persona que quizás, curiosa y preocupada por circunstancias intentase ayudar a alguien o simplemente conocer la realidad y la cara demasiada oculta de esta tétrica y cínica realidad escolar. Era mucho más. Era y es la hermana de una pequeña, Saray Mondragón, que con tan sólo13 años, presionada y coaccionada se vio obligada a saltar al precipicio, hace ahora cuatro años…

(Consúltese

Aunque desconozco la edad de esta joven inmigrante y aunque soy consciente de que mis palabras pueden hurgar amargamente en el triste episodio de ese pasado cercano, finalmente he querido contestar a las inquietudes y enorme dolor de esa hermana de Saray. No ha sido fácil tomar aliento y escupir tanta vergüenza y aunque, insisto, desconozco si estas palabras dañaran más que ayudarán a esa familiar, por dignidad, ética y por qué no decirlo, por apoyo moral a esa familia, he considerado finalmente que hechos como estos deben salir a la luz pública y mostrar las muchas vergüenzas que hay que lavar y eliminar en esta nuestra cínica sociedad actual. El silencio, en estos casos, entiendo que sólo ayuda a quienes dieron lugar a que la pequeña se viese obligada a dar ese salto mortal y por extensión, a los demasiados testigos mudos y cobardes que por omisión/comisión nada ayudaron. Saray, al igual que demasiadas víctimas no se merece ni este silencio cómplice ni el olvido cómodo y distante, ajeno de tanta gente.

Estimada joven, te contesto:

Conocí el caso de tu hermana por determinadas publicaciones aparecidas en los medios de comunicación. Indagué, dentro de mis exiguas posibilidades sobre ese dramático caso y entendí que había que difundir y denunciar el caso desde mis muy limitadas bitácoras. No sé nada más del caso de tu hermana, Saray Mondragón. Sí sé y compruebo que fue muy llamativo cómo se diluyó ese grave caso de acoso escolar en tan breve tiempo y en tan -cuentan-“civilizada y democrática” nación como es esta nuestra “Grande y Libre España”.

Cuando un caso no se conoce, entierra o no se difunde, desaparece. Es decir, pasa a no existir en la práctica. A fecha de hoy, si se busca con los navegadores típicos por Internet, la sospechosa falta de información sobre el trágico suceso llama la atención;  apenas existe y alguna que otra publicación aparecida en su día ni siquiera se encuentra ya…

Sólo sé que, después de cuatro años de su trágica y vergonzosa muerte (yo denomino a estos casos suicidios obligados u homicidios inducidos), NADIE se acuerda de Saray y de su trágica muerte.
 
NADIE, para vergüenza de todos:

-         Vergüenza de aquellos hostigadores implicados que con sus burlas, rumorologías, críticas, bloqueos sociales, chantajes emocionales, amenazas, manipulaciones, intimidaciones, marginaciones, menosprecios, actitudes soeces y discriminatorias consiguieron aislarla y excluirla del resto de compañeros para luego bajo esa presión cruel empujarla indirectamente a tomar esa fatal decisión de saltar al precipicio.

-         Vergüenza de “compañeros” cobardes, asépticos y vacíos que no fueron capaces de auparla, arroparla y mostrar la empatía debida que se presume es parte del ser humano, para no ser presa fácil y solitaria de tanta rapiña humana, de tanto depredador miserable.

-         Vergüenza de ese colegio “católico” y de quienes se arropan en una religión, sea la que sea, para preservar sus culpas aferrándose al “Divino”, cual actitud sacrosanta y aopologética de sociedades fachas y carcas, como lo demostraron los comentarios aberrantes y cínicos de una vergonzosa AMPA.

-         Vergüenza de todo un Sistema Educativo que facilitó el corporativismo hipócrita y cómplice de todas las instituciones implicadas para que el caso de Saray se quedara en un suceso triste y poco más, cual jodido accidente esporádico, puntual y excepcional.

-         Vergüenza de la opinión pública y de la inmensa mayoría de los medios de comunicación nacionales que, cual ave de rapiña, sobrevoló el caso cual cadáver ya extinto y comido, sin importar las extrañas circunstancias y gravedad del caso, quizás por impertinencia o incomodidad del asunto.

-         Vergüenza de toda una sociedad en su conjunto que, me temo fue adormecida, manejada e incluso desinformada para que ese grave caso de suicidio inducido fuese un caso de tercera categoría; un mal menor, poco interesante y menos aún recomendable para que la elite que maneja los medios de comunicación y por tanto, la política de este “grande y libre país” lo diese a conocer. No era recomendable para los simples y abducidos ciudadanos de a pie que una “vulgar sudaca” pusiera en entredicho la “honesta” responsabilidad del Sistema Educativo; tampoco la “virginal honorabilidad” de reputadas congregaciones católicas…

-         Vergüenza y asco de minusvalorar, disfrazar y ocultar el caso porque Saray, sencillamente era colombiana  y eso en esta España de hoy lamentablemente como en esta España de siempre, para no pocos es sinónimo de diferenciación e infravaloración, motivos para que la vil xenofobia y racismo de unos contribuyese a que Saray psicológicamente fuese vapuleada, linchada y finalmente empujada tras tantas coacciones grupales a saltar desde ese quinto piso.

Lamentablemente, según su colegio, ese salto fue el que una niña da a quien ama, a quien anhela abrazar

para reunirse con nuestro Señor, gozando del descanso y la felicidad eternas junto a la Virgen y a Madre Alberta”

Para sus hostigadores directos y muchos de los que conformaron ese equipo de cómplices y cobardes testigos mudos, me temo que el hecho de saltar al precipicio de esa pobre niña representó para sus escuálidas y muy subdesarrolladas empatías el burdo castigo que impondría una autoridad fronteriza, cual vulgar retorno a su país de destino, sólo que el viaje de ida no fue a la hermosa Colombia sino a un limbo cínico y desdichado. Un viaje obligado a ninguna parte sin posibilidad de retorno.

Tengo una hija que ha sufrido y sigue sufriendo el azote de este terrorismo psico-social y educativo que representa el acoso escolar. He de reconocer que aunque ella afortunadamente no dio ese paso desdichado y fatal hacia la muerte, de alguna forma también la he perdido. Ella ha cambiado radicalmente, tras las enormes secuelas psicológicas y conductuales que tanto daño y mella han hecho en su personalidad; tanto que a día de hoy, perdida y desubicada, desconoce quien quiere ayudarla y quien pretende dañarla. Confieso que estoy asustado y muy preocupado porque ya no sé cómo ayudarla. En este sentido, quienes somos víctimas de ese terrorismo (víctima principal y familiares más cercanos) sabemos por defecto y por experiencia que nadie nos ayudará. Tampoco ella lo pone fácil y es reacia a recibir ese apoyo necesario. Sus muy duras vivencias la han marcado de por vida. Ella no es ni será ya nunca la que fue y conocí.

Hace escasas fechas mencionaba y recordaba el caso de tu hermana Saray, entre otros, en un escrito a unos típicos “perritos falderos” que sustentan la dirección de un centro donde mi hija sólo pudo aguantar un trimestre y no más:

“Respecto a la falta de escolarización referida por ustedes, ya les recordé también el obligado exilio de mi hija, tras manifestaciones muy graves sobre su integridad física, dado el calvario sufrido en anteriores escuelas. Yo, al menos, cuento hoy día con mi hija, muchas otras familias desgraciadamente no pueden decir lo mismo. Les recuerdo unos pocos casos de suicidios inducidos por ese cáncer silencioso, cómplice y cobarde denominado acoso escolar; unos pocos casos de los muchos que se ocultan a la opinión pública; casos como el de Jokin Cebreros en 2004, tras tirarse de la muralla de su localidad, Hondarribia, que ni mucho menos fue el primer caso de acoso escolar en España, aunque sí el primero en alcanzar trascendencia mediática; el de Carla Díaz Magniem en 2013, la chica que se tiró por los acantilados en Gijón con tan sólo 14 años; Sarai Mondragón, joven colombiana con 13 años; Mónica Jaramillo con 15 años, Arancha, chica de 16 años que se tiró desde un 6º piso en Usera; Diego un chico de 11 años que se tiró de un quinto piso, hace ahora dos años; Alan de 17 años hace un par de años; Lucía, joven murciana de 13 años que se quitó la vida hace apenas un año, al igual que Unai con 12 años; Zulima de 16 años que se quitó la vida el pasado 19 de noviembre, como también lo hizo la joven de 17 años, Elisabeth en Navarra … todos/as ellos/as de una forma u otra obligados/as a ir a un lugar donde lo de menos era el aprendizaje, socialización y cooperación, como tan repetidamente se nos cuenta…”

Me quedo en este tintero virtual a muchas víctimas: Cristina Costa, que con 16 años, se vio obligada a tomar una fatal decisión, el 24 de mayo de 2005; como así también lo hizo Daniel Peña Sánchez con 19 años, el 21 de diciembre de 2013 y tantos otros que de un modo u otro sintieron esa presión cruel y despiadada de una manada de sinvergüenzas secuaces para, como presa fácil, verse obligados a tomar tal decisión radical y trágica. Supongo que entre esas muchas víctimas, no habrá pocos casos de anónimas y olvidadas víctimas que habrán sido dadas de “baja” por suicidios sin más; sin aclarar el origen nuclear de tan fatal decisión. He de recordar que Jokin fue la primera víctima oficial de este terrorismo disfrazado en el año 2004. Primera víctima oficial de este cáncer socio-educativo pero me temo ni mucho menos la primera víctima real. Apuesto que, lamentablemente, tras el anonimato se ocultan muchos más. En cualquier caso, ¡qué poco hemos aprendido! y, lo peor ¡qué falta de coherencia y responsabilidad de quienes se denominan garantes institucionales!, entre los que destacan las respectivas inspecciones educativas, responsables políticos de turno y, por qué no decirlo, fiscales y Jueces que a menudo lejos de indagar e investigar adecuadamente se escudan en archivar casos tan graves e incómodos como los aquí comentados.

Aunque son sólo algunos ejemplos, todos los casos expuestos son consecuencia de una indecencia y cinismo exacerbados, ligados a la inacción, omisión de socorro e incluso comisión de posibles delitos penales.

 


Personalmente el caso de Saray representa para mi una vergüenza ajena y bajeza enormes, extremas, que dice muy poco de mi país; de sus dirigentes y responsables e incluso de mi gente. En este sentido, el silencio de este caso ha sido un silencio cobarde, mísero y nada consecuente con la actitud de cooperación, dignidad y apoyo a quien lo necesite; más aún si cabe a una niña que tan sólo contaba con 13 años.
Me da igual su procedencia, raza, religión, ideología, cultura, identidad sexual, etc.
 
En este sentido, estimada hermana de Saray, sólo puedo ofrecerte a ti y a toda tu familia mi pésame más sentido hacia ella.
 
No puedo ni quiero entender actos tan lúgubres y mezquinos para empujar a un ser a la muerte; más aún con tan escasa edad. Saray no saltó. Como demasiadas víctimas, fue obligada por presiones y coacciones a tomar esa fatal decisión. Estas muertes no son simples suicidios, entiendo que representan homicidios inducidos.
Si dura y triste es la ausencia de un ser querido; más aún lo es a estas tempranas edades y, sobre todo, en estas vergonzosas situaciones, donde siempre impera el que algún aprendiz de psicópata elija a la víctima por alguna diferencia o peculiaridad, independientemente de que ésta sea positiva o restrictiva para los demás, pero a la postre diferencia. Y es que, no lo olvidemos, este tipo de depredadores no tienen luz propia. No saben ni quieren aceptar que para brillar no hace falta apagar la luz de los demás. Luz que demasiados cómplices no se atrevieron a preservar. Luz propia que seguro Saray, esté donde esté, seguirá transmitiéndonos.
 
 
 
Un abrazo para todos vosotros, familia Mondragón. Mucho ánimo.

 

 

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