Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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sábado, 18 de abril de 2015

Acoso escolar: “Lo que conviene y no conviene denunciar”

 

Vagabundo

rumorologiaUna vez más leo en los medios de comunicación el acoso escolar sufrido por  una menor, sin que, en principio, el círculo próximo de la víctima sea consciente involuntario (familia) o quiera ser “consciente voluntario” (colegio) . Como monótonos y sistemáticos indicadores se habla  de diagnósticos errados de médicos y psicólogos, a pesar de la negativa de la víctima en este caso de acudir al aula e incluso de querer cambiar de colegio; se habla de la tóxica y maligna rumorología a nivel local entre actores en colegios y luego dispersada perversamente a nivel global mediante whats app y redes sociales, que tanto veneno pueden generar; se habla de una cabecilla instigadora y del grupo de adeptos/as cómplices por omisión o comisión que ejecutan el acoso y derribo elaborado por ésta; se habla de   frecuentes faltas de asistencia al colegio de la víctima y somatizaciones extremas, sobre todo en esos temibles “lunes negros” finalmente constatadas en sesiones psiquiátricas; se habla de las nefastas consecuencias directas de ese terrorismo psicológico que, me temo, pasarán futuras facturas psicológicas; se habla de esa disimulada velada respuesta del “no sabemos nada” de los colegios por los que deambuló la chica; se habla incluso de esa miserable respuesta de algunos padres de esas malnacidas alumnas prepsicópatas, ante la denuncia de la familia.

No se habla en cambio del silencio de los colegios y de la respuesta de éstos cuando inconsistentemente pretenden esconder sus ineptitudes al  naturalizar sistemáticamente este cáncer silencioso y cobarde y resumirlo en frases tan míseramente socorridas como “es cosa de niños”. No se habla, como demasiadas veces ocurre, que el Sistema educativo se escude en el ataque cínico de un supuesto absentismo escolar cuando la víctima se ve obligada a exiliarse de los colegios e incluso la familia sea denunciada ante los Servicios Sociales, fieles colaboradores en general de estos Torquemadas institucionales. Tampoco se habla, como tan repetidamente, se hace de que, según fuentes de Educación, el fondo de la cuestión no es el temible acoso escolar o bullying, sino una supuesta problemática en el seno familiar, que curiosamente será divulgada por el entorno local. Y es que, por lo que se cuenta en la noticia, el colegio o colegios no fue/ron denunciado/s por omisión del deber de protección y auxilio a la víctima; incluso, por qué no decirlo, por complicidad pasiva o activa con quienes hostigaban a la chica.

Llama la atención la frecuente dispersión y ninguneo de indicadores tan comunes en estos procesos típicos de acoso ante supuestos entendidos: psicólogos, especialistas médicos e incluso Inspección educativa que, por lo que da a entender la noticia siguiente, no tuvieron la menor sospecha… ¿o debería decir la incómoda previsión y celo en penosas realidades como estas?. Pero eso, por mi experiencia y porque es una realidad frecuentemente constatada y desgraciadamente moneda corriente en nuestro cínico “estado social y democrático de derecho”, tampoco lo llevan a rajatabla instituciones tan mermadas y medradas como el propio Poder Judicial y relacionados.

La conclusión es contundente y doliente: Hay cosas que conviene denunciary otras callar, no vaya a ser que nos “excomulguen” Triste

 

La noticia es la siguiente ( Fuente, http://www.abc.es/espana/20150413/abci-nina-sufrimiento-madre-201504122059.html )

 

«No puedo poner precio al dolor de mi hija, acosada tres años»

ABC - Cruz Morcillo

La menor a la que arrancaron el cabello en Linares no ha vuelto a asistir a clase

Una foto de un abudante mechón de cabello metido en una bolsa de pañuelos de papel. Un mensaje llamándola «zorra de mierda», «más vale que te calles», insultos soeces y amenazas explícitas. «¿Son tus pelos? Puajajajaja». Claudia, 16 años, nombre supuesto, era la receptora; el pelo, también era el suyo. Se lo habían arrancado un grupo de compañeras de clase la tarde anterior tras citarla en una céntrica plaza de su ciudad, Linares (Jaén). Ella, ingenua, acostumbrada a que la acosaran, insultaran y humillaran creía que querían pedirle perdón porque incluso había tenido que abandonar su instituto dos meses antes. Era un paso más en un camino de miedo, agresividad y verdugos sentados en el pupitre de al lado que había comenzado tres años atrás y que desconocían sus padres y el colegio.

«No he visto tanta crueldad y tal falta de escrúpulos en esas edades», asegura uno de los agentes de la comisaría de Policía Nacional de Linares, encargado de tomar declaración a las dos detenidas, también de 16 años. Cuando a una de ellas le preguntaron por qué lo habían hecho respondió con la mayor tranquilidad: «Por diversión». Al pedirle los nombres de otras chicas a las que había acorralado fue aún más allá»: «No voy a contestar a esa pregunta». Frialdad absoluta.

Marcadores tumorales

Los hechos ocurrieron el viernes 13 de febrero. Claudia llamó a su madre, le contó lo que había ocurrido, tenía las marcas en el cuero cabelludo, acudieron a comisaría y al centro médico. El lunes denunciaron los hechos: a tres adolescentes con nombres y apellidos. Los agentes detuvieron a una de ellas, como supuesta agresora, y a la líder del grupo quien no estaba presente pero era la instigadora del hostigamiento de años tanto a Claudia como a otras víctimas. Todas ellas declararon haber sufrido burlas, desprecios y vejaciones por parte de la cabecilla y sus amigas. «Una marcaba los objetivos y las demás lo ejecutaban», señalan fuentes policiales.

El fin de semana del 14 y 15 fue terrible. «Algunos sabían que habíamos ido a comisaría. A mi hija le llegaron cientos de mensajes por whatsApp, por facebook, por todas partes, de gente a la que ni conocía con todo tipo de insultos y amenazas. Algún padre me ha llamado para que retire la denuncia porque lo están pasando muy mal. Pero cómo estamos nosotros», relata a ABC Lola, nombre supuesto de la madre de Claudia.

Ella y su familia se han visto desbordados en los dos últimos años. Claudia, una niña guapa y cariñosa, empezó a cambiar hace casi tres, poco después de empezar la ESO en el instituto público «Huarte de San Juan», el más antiguo de Linares. Madre e hija han peregrinado por médicos y más médicos. La adolescente perdió 5 kilos en dos semanas, vomitaba, se le bajaba el azúcar, le dolía el pecho... Le hicieron curvas de glucemia, pruebas de estómago y hasta marcadores tumorales. Sin diagnóstico. Un psicólogo creyó apreciar anorexia, pero tampoco era eso. Faltaba con frecuencia al instituto. Cada lunes se ponía enferma. Sus padres contrataron a una profesora particular pero aun así repitió segundo. Pedía con frecuencia cambiar de colegio, aunque jamás contó en su casa cuál era la verdadera razón: que le estaban haciendo la vida imposible y ella había llegado a culpabilizarse, como tantas víctimas.

En diciembre, las acosadoras eligieron a una chica que les hizo frente. Acabaron a trompicones. A una tía de Claudia le contaron de forma casual lo ocurrido. «Anda que no lleva tiempo tu sobrina aguantando y sufriéndolas», le dijo esta persona. «Mi hermana me llamó al instante. Ya sé lo que le pasa a la niña. No esperé. En plenas vacaciones de Navidad la cambié de instituto, ni siquiera hablé con los profesores, aunque yo creo que saben quiénes son», explica Lola.

Cómplices en otro centro

Pero cuando creían que todo empezaba a arreglarse apareció de nuevo el azar. Una prima y una amiga de la cabecilla del otro centro la esperaban en el nuevo. Y ocurrió la agresión de febrero. Claudia no ha ido más de 15 días seguidos a clase en este curso (tercero), que sus padres ya dan por perdido. No ha vuelto a clase. No quiere ni encontrarse de frente con las acosadoras ni que le pregunten por lo ocurrido. Desde febrero la adolescente está en tratamiento psiquiátrico. «Ella es el centro de la casa. Si está bien y contenta, todos los estamos; si está mal, lo mismo», asume su madre con resignación.

Ahora la familia solo piensa en que Claudia, a punto de cumplir 17 años, se recupere y pase página. En unos días la evaluará el forense. Las familias de las detenidas quieren un acuerdo extrajudicial, que se pacte una indemnización. Lola se niega: «No puedo poner precio al dolor de mi hija. A lo que ha sufrido y lo que le queda».

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