Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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jueves, 22 de mayo de 2014

Cuando algunos “maestros” se convierten en acosadores

 

Manuel Rodríguez G.

acoso profesoradoNo es la primera vez que leo noticias relacionadas con el hostigamiento de algunos profesores hacia algún alumnado suyo. Desgraciadamente, tampoco  son novedosas los relatos de primera mano que me han confesado no pocas familias. Es más, mi hija también lo ha vivido y yo “colateralmente” al intentar defenderla.

Por lo que me toca a mí, dada la mucha extensión y gravedad de los hechos, sólo puedo invitar al lector a visitar el siguiente blog, donde desnudo y argumento demasiados capítulos de lo que denomino acoso escolar e institucional,

http://elcuadernodeguillermonoacoso.blogspot.com.es/2010/08/de-acoso-escolar-e-institucional.html

Por lo que le ha tocado a mi hija, ella ha tenido que aguantar (y sigue arrastrando) no sólo la sistemática exclusión, burlas, desprecios, aislamiento y maltratos físicos y, sobre todo, psicológicos de parte de compañeros de aula, sino de parte de algunos “maestros” (¿maestros de qué?):

- He podido cotejar como, tras quejas mías, alguno de sus pseudomaestros se defendían de sus negligencias, incoherencias y cobardes mentiras, arremetiendo contra mi hija y haciéndole el vacío más cínico que un adulto y conductor puede hacer a un alumno suyo: indiferencia total con la alumna, poniendo la silla de la niña al lado de su mesa, pero no para captar la atención de mi despistada hija, sino como vulgar farola a la que se ninguneaba y trataba como chivo expiatorio ante los demás compañeros; con lo que lejos de buscar ser aceptada por el grupo, era vista en esta “tierra de nadie”, aún más como el “bicho raro”, “la zumbada”, por ese conjunto de infantes aducidos y alineados por la actitud infame de esa escoria adulterada de falsos maestros. Es más, por aquella época mi hija con apenas 9 años me comentaba lo “raro” que estaba especialmente su maestro; que no la saludaba y que qué mala suerte tenía, ya que este “ejemplar enseñante” cogía una bola con un número dentro de una caja para preguntar a su alumnado, pero “curiosamente”, nunca salía la bola con el número de la niña. He de decir que tiempo después, y en esas charlas que surgen a lo largo de los años entre padre e hija, ella ya con algo menos de inocencia, comprendía que la estadística matemática no mentía como el pseudomaestro, sino que irremediablemente este sujeto sencillamente había quitado de la caja el número que referenciaba a la niña, por lo que no era cuestión de suerte o de probabilidad sino de mala fe, ensañamiento y miseria de quien usaba a su alumna e hija mía para arremeter contra mis quejas y sus muchas indecencias y mentiras. En cualquier caso, eran los efectos colaterales de un cobarde adulto, mostrando sus recursos más primitivos y abyectos. Incluso permitiendo y otorgando a determinados hostigadores violentos, conocidos por la mayoría de la clase, para que tuvieran más credibilidad que el de una niña pasiva e inocente a la que, a menudo increpaban y la etiquetaban incluso delante del “profe” como paciente mental; pero eso sí, esos nocivos comentarios venían de algún hijo de alguna maestra del colegio, que por supuesto eran consentidos…

- He podido comprobar como a esa niña, mi hija,incluso una mala maestra, le asignaba  obligadamente de pareja a una marroquí, con fama de no ser demasiada aseada, y por ello no ser del gusto de la mayoría de compañeros para sentarse en pareja, pero incluso quejándose y repudiando esta niña a mi hija, por no querer ser pareja de ella.

- He comprobado como sistemáticamente se ha puesto de mentirosa a esa niña acosada por parte de no pocos “maestroides” que ante las quejas y llantos de la alumna por el acoso y maltratos recibidos no han tenido escrúpulos en desdecirla y mentir con tal de salvar sus prostituidas posaderas. Incluso echando leña al fuego para intentar polucionar hechos tergiversándolos e intentando ganar adeptos entre infantes influidos míseramente.

- Tengo constancia de que determinados/as  “licenciados” han intentado obligar a mi hija a escribir determinados hechos como si fuesen positivos y didácticos cuando ella misma los negaba y se quejaba de maltratos recibidos, con el fin de manipular y falsear informes e incluso tests sin mi consentimiento.

- Soy consciente de la presión ejercida durante esos días de martirio en clase, viéndose obligada incluso a dar explicaciones públicas (delante de profesorado y a toda su clase) de su déficit atencional, tras el sistemático desprecio y humillaciones recibidas y el intento de ser aceptada.

-Puedo demostrar cómo algún que otro indecente “docente”, lejos de contribuir a erradicar y paliar esa exclusión;  y ayudar a esa alumna con necesidad de apoyo educativo, la ninguneaba e incluso criticaba su déficit de atención delante de todo el aula, como si se tratase de una dejadez, de una actitud vaga o desinterés generalizado de la niña.

-Puedo recordar cómo, entre muchas situaciones vividas,  la crítica exacerbada y masiva de toda una clase hacia ella daba lugar al llanto amargo de esa niña aislada, con la desidiosa presencia y dejadez de mal denominados “enseñantes”.

He podido incluso escuchar a testigos mayores y menores de maltrato físico hacia ellos ante el guantazo prehistórico y otros lamentables castigos físicos y psicológicos de algún que otro “maestro”; incluso de alguno que aprovechándose de su situación privilegiada no ha tenido reparos en manosear algún glúteo femenino e infantil, aprovechando alguna actividad física, pero claro está: son sólo palabras de niños…

Todo ese cúmulo de envenenadas actuaciones por parte de quienes lideran y conducen a toda una clase, con sus ninguneos, desidias, manipulaciones, estatus de poder como profesorado e incluso con sus transmisiones de mensajes inducidos hacia la generalidad del grupo de alumnos, en contra de una víctima y, por extensión hacia su familia, constituyen una forma organizada y sistemática de canalización, potenciación y alineamiento de la inmensa mayoría de los alumnos de una clase por parte del entramado escolar. Ese cúmulo de actuaciones y dinámica a lo largo del tiempo constituyen sencillamente un proceso típico de ACOSO ESCOLAR, a estas alturas liderados por los propios colegios. Y lo peor,  incluso apoyado, consentido y validado por omisión y/o comisión por instituciones no sólo educativas, sino afines al modelo institucional que en la praxis se reafirma y mira a otro lado ante este terrorismo psicológico consentido y tolerado institucionalmente en demasiadas ocasiones.

Os dejo con una noticia relacionada. Aunque kafkiana que cada cual juzgue. Yo como víctima de un acoso institucional y como padre de una niña acosada y exiliada al olvido no tengo dudas al respecto. Y es que la tónica de estos casos generalizadamente es una constante: Síndrome de negación por parte del sistema educativo e incluso descrédito hacia las familias que como última opción nos vemos obligados a denunciar tan graves hechos Triste

 

 

Un padre de O Barco denuncia a una profesora por acoso escolar a su hijo de 13 años

Según reseña el adulto, la tutora «ha ordenado al resto de sus compañeros que le hagan el vacío»

http://www.lavozdegalicia.es/galicia/

M. Cobas

El padre de un niño de 13 años de O Barco presentó ayer una denuncia ante la Guardia Civil por un presunto caso de acoso escolar por parte de la tutora del menor en el instituto donde estudia. El mismo documento fue entregado en el centro, y también fue enviado a inspección educativa y a la fiscalía de menores.

Según reseña el adulto, la tutora «ha ordenado al resto de sus compañeros que le hagan el vacío». Además, la acusa de ser «la principal responsable del acoso y fracaso escolar del niño». Dice el progenitor que el chaval fue víctima de acoso escolar durante varios años en el anterior colegio en el que estudiaba, tal y como acredita con varios informes de clínicas privadas de psicología; y que sufre estrés postraumático. Denuncia que la docente «niega y rebate» los diagnósticos, secuelas y síntomas del adolescente, que también padece un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (aunque actualmente no toma la medicación). Y además, ahora se habría convertido en instigadora de esa situación.

Desde la dirección del centro se negó ayer cualquier caso de acoso por parte de la docente. Y negaron también que exista un caso de acoso escolar de los compañeros. Aseguraban que cuando se produjo la primera denuncia (poco después del inicio del curso) se estableció el protocolo de la Xunta para este tipo de casos, que incluyó entrevistas a tutores, padres y alumnos, y en el que también estuvo inspección educativa; determinándose que no se producía tal acoso. De hecho, desde el centro apuntan que están pendientes del chaval y que «está feliz». Señalan como un aval a sus palabras que esté apuntado para ir a la excursión de fin de curso, en la que pasará tres noches durmiendo con sus compañeros de clase.

Desde la Consellería de Educación refrendaron lo dicho desde el instituto, avalando que el seguimiento realizado da «resultado negativo» ante un posible caso de acoso.

 

Publicaciones relacionadas:

http://bitacoraacosoescolarbullying.blogspot.com.es/2011/10/deteccion-u-ocultamiento-la-gran.html

http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com.es/2011/11/indignante-caso-de-bullying-en-nueva.html

http://bitacoraacosoescolarbullying.blogspot.com.es/2012/03/acoso-donde-acudir-la-indefension-de_07.html

Fuente:

http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com.es/2014/05/cuando-algunos-maestros-se-convierten.html

martes, 13 de mayo de 2014

Bullying: Las secuelas del acoso

 

Manuel Rodríguez G.

Acoso escolar Cuestionario AVEAunque el tema no es novedoso, os dejo con una publicación sobre la erosión que produce el bullying: el daño psicológico, y físico infringido. Éste último producto de las somatizaciones ocasionadas por este cáncer cobarde y silencioso denominado ACOSO, que mina a escondidas y destruye sistemáticamente y a lo largo del tiempo a víctima e incluso, me atrevo a afirmar, al entorno familiar próximo. No es extraño incluso encontrar a víctimas que, en esa lucha desigual y en soledad, tengan que lidiar en casos extremos con algún tumor. En este caso ya con dos: el cáncer psicológico producido por un  agente patógeno maligno y conocido, aunque normalmente consentido (hostigador); y el cáncer físico, producto de ese  desgastante terrorismo contra la víctima a lo largo de demasiado tiempo…

Os invito, para finalizar, a visualizar los vídeos añadidos, donde una doctora que ha sufrido mobbing, habla sobre el estrés postraumático generado y la implicación de una hipertrofia amigdalar y otros órganos cerebrales en ese proceso de violencia/terrorismo psicológico sufridos.

 

Fotografía: Resultados del Cuestionario de Acoso y Violencia Escolar (AVE) en un conocido caso ninguneado por demasiadas instituciones.

 

 Publicación aludida:

 

R. I.@abc_salud/ MADRID

El acoso escolar 'pasa factura' a largo plazo sobre la salud de las víctimas

 

Los acosados sufren secuelas emocionales, como un mayor riesgo de ansiedad y la depresión, pero ahora ya se sabe que también más dolor y predisposición a otras enfermedades.

Inflamación, dolor y más predisposición a caer enfermos. Estás son las «secuelas físicas» a largo plazo del acoso escolar o bullying, además del impacto sobre la salud mental de las víctimas. Y, paradójicamente, los «hostigadores» experimentan beneficios en su salud al ascender su «estatus social» a través de la intimidación. Lo dice un estudio de la Universidad de Duke (EE.UU.), que se publica en «The Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS).

No es éste el primer trabajo que asocia el acoso escolar con un deterioro a largo plazo de la salud de las víctimas. Estudios anteriores ya habían sugerido que las víctimas de acoso infantil sufren secuelas sociales y emocionales en la edad adulta, como un mayor riesgo de ansiedad y la depresión. Sin embargo, se sospechaba que los niños intimidados también presentaban problemas de salud más «física», como dolor y enfermedad. De hecho, un reciente trabajo del Hospital Infantil de Boston (EE.UU.) publicado en «Pediatrics» advertía hace un par de meses que las secuelas del «bullying» se prolongan durante la vida de la persona acosada. Y, cuanto más largo y peor haya sido dicho acoso, más grave y duradero será el impacto en la salud de un niño, aseguraba el informe. La investigación demostraba que el acoso escolar a largo plazo tiene un impacto severo sobre la salud del niño y que sus efectos negativos se pueden acumular y empeorar con el tiempo.

Paradójicamente, los «hostigadores» experimentan beneficios en su salud al ascender su «estatus social» a través de la intimidación

En el trabajo que ahora se publica en «PNAS», se constatan las «consecuencias biológicas de la intimidación» identificadas a través de un marcador físico, como es la inflamación. Según el coordinador del trabajo, William E. Copeland, «cuantificar la inflamación nos ofrece un mecanismo de cómo la violencia infantil puede afectar al funcionamiento de la salud a largo plazo».

Se trataba, apunta Copeland, de «comprender» cómo el acoso escolar puede tener un «impacto más tangible» sobre la salud de sus víctimas cuando sean adultos. Para ello, los investigadores han empleado los datos del «Great Smoky Mountains Study», un estudio poblacional con información de 1.420 personas obtenido durante más de 20 años. Los sujetos fueron seleccionados al azar para participar en el análisis prospectivo, por lo que no tenían un mayor riesgo de enfermedad mental o de haber sufrido acoso.

Marcador de inflamación

El «Great Smoky Mountains Study» incluía entrevistas a todos los participantes a diferentes edades: durante su infancia, adolescencia y juventud. Y, entre otras cuestiones, se les hacía preguntas sobre el acoso escolar. Además, los investigadores tomaban muestras de sangre de todas las personas entrevistadas con el fin de analizar determinados factores biológicos, entre ellos la proteína C-reactiva (PCR), un marcador de la inflamación y un factor de riesgo para algunas enfermedades, como el síndrome metabólico y la enfermedad cardiovascular.

Y los resultados mostraron que los niveles de esta proteína estaban afectados por una variedad de factores, como la mala nutrición, la falta de sueño y la infección, «pero también por factores psicosociales», afirma Copeland. Así, el investigador explica que al poder conocer los previos niveles de la proteína de los participantes, «incluso antes de haber sufrido acoso escolar, podemos tener una mejor comprensión de cómo la intimidación podría cambiar la trayectoria de los niveles de la PCR».

La 'recompensa' de acosar

En el caso concreto de este trabajo, los investigadores dividieron a los participantes en tres grupos: víctimas del acoso escolar, aquellos que eran a la vez agresores y víctimas y quienes únicamente eran acosadores. Y aunque los niveles de la proteína C reactiva aumentaron en todos los grupos cuando llegaron a la edad adulta, las víctimas de «bullying» durante la infancia tenían unos niveles mucho más elevados cuando eran adultos que los de los otros dos grupos. De hecho, los niveles de PCR aumentan en proporción al número de veces que los individuos son acosados.

Y los resultados arrojan un dato sorprendente: los acosadores ven recompensada su acción y logran que sus niveles de la PCR sean los más bajos, incluso inferiores a los de aquellas personas que nunca habían sido acosados. Así lo muestran los datos: los adultos jóvenes que habían sido a la vez acosadores y víctimas cuando eran niños tenían niveles de la PCR similares a aquellos que no había recibido acoso nunca, mientras que los agresores tenían los niveles más bajos. Es decir, ser un acosador y mejorar el estatus social puede proteger contra el incremento de este marcador inflamatorio.

Uno de cada cuatro niños españoles sufre acoso, y 500.000 lo padecen de forma intensa

Aunque el acoso escolar es más común y se percibe como menos perjudicial que el abuso infantil o el maltrato, los resultados sugieren que la intimidación puede alterar los niveles de inflamación en la edad adulta, de forma similar a lo que se ve en otras formas de trauma infantil. «Hemos visto que el papel de un niño en el acoso escolar –víctima o acosador- puede servir como un factor de riesgo o protector para la inflamación», apunta el autor del trabajo.

Aunque el estudio demuestra que ascender en la escala social parece tener una ventaja biológica, Copeland recuerda que hay otras muchas formas de en las que los niños pueden tener «éxito social que no sean intimidar a otros». Y de hecho proponen trabajar en reducir el acoso escolar como una vía para promover la salud física y emocional y disminuir así el riesgo de enfermedades asociadas con la inflamación.

Según el informe Cisneros X, el mayor estudio de acoso escolar realizado en España sobre una muestra de 25.000 niños de entre 7 y 17 años de 14 comunidades españolas, uno de cada cuatro niños españoles sufre acoso, y 500.000 lo padecen de forma intensa.

Fuente:

http://www.abc.es/salud/

a través de http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com.es/2014/05/bullying-las-secuelas-del-acoso.html

 

domingo, 11 de mayo de 2014

El sufrimiento de los niños

 

bitacora acoso 002Hay que hacer que el abusón sea visto como un repugnante miserable, un ser cobarde y ridículo

Rosa Montero

Como llevo muchos años en el mundo del periodismo, ya me he acostumbrado al constante vaivén de la información. Las noticias van y vienen como olas; de repente un tema se pone de moda y todo el mundo no hace más que hablar de ello, como si fuera una cuestión álgida de importancia suprema que no va a desaparecer de nuestro foco de interés hasta que el asunto se termine o se solucione. Nada más falso: en realidad enseguida nos olvidamos de todo; otro tema acuciante y de inextinguible interés pasa a ocupar nuestra atención, para extinguirse a su vez a las pocas semanas.

Hace algunos años, por ejemplo, el fenómeno del mobbing emergió a la luz como un monstruo abisal… Incluso nos tuvimos que aprender la palabreja, que antes ignorábamos. Mobbing: acoso laboral. Un maltrato que puede ser ejercido por los compañeros o los jefes y que llega a destrozar a las personas. Fue algo muy comentado durante cierto tiempo, y la visibilidad informativa permitió que muchas personas pudieran entender lo que les estaba sucediendo. Sin embargo, ese dragón escamoso ha vuelto a sumergirse. Los periodistas apenas hablamos ya de ello, y me temo que no es porque el abuso haya disminuido, sino porque la sociedad ha dejado de prestarle atención.

Un caso aún más sangrante y verdaderamente intolerable es el del acoso infantil. Esos matones (y matonas, porque también las niñas ejercen la violencia) que transmutan la vida de otros niños en un infierno, hasta el punto de que muchos, demasiados, se suicidan. Hará quizá diez años el tema del acoso escolar pareció convertirse en una prioridad social, que es exactamente lo que debe ser. Pero ahora se habla mucho menos de ello, y si no fuera por el empeño de los colectivos gais, que están haciendo una labor magnífica de investigación y de denuncia del acoso homofóbico, creo que todavía sería un tema mucho más ignorado. Pero, claro, el acoso infantil no se produce sólo por temas de elección sexual; basta que seas un niño o un adolescente un poco diferente, un poco sensible, un poco más débil, para que algunos energúmenos te torturen, con el agravante de las grabaciones de móviles y el hostigamiento a través de las redes.

El pasado abril se cumplió un año de la muerte de Carla, una niña de 14 años que se arrojó a las rocas desde un acantilado de Gijón por la persecución insoportable a la que había sido sometida por sus compañeras de clase. La llamaban bizca (tenía estrabismo), bollera; le metieron la cabeza en un retrete; la pegaban. Pedro Simón sacó en El Mundo hace unas semanas un extracto de las conversaciones de la niña con su hermana en Facebook: “Mañana salgo y no sé si salir porque me van a buscar”, decía Carla; “pues intenta ir por donde sepas que no paren y con muchos amigos”, respondía la hermana. Y Carla contestaba: “Nadie me va a defender, no hay huevos”. Saco a colación este caso terrible porque creo que en él se dan las dos condiciones esenciales para que la pesadilla siga existiendo. La primera es el miedo o la indiferencia de los otros compañeros. Creo sinceramente que los bárbaros capaces de atormentar así son minoría; pero se aprovechan de la falta de reacción de la mayoría. Hay que hablar del tema constante y públicamente, hay que hacer campañas concienciadoras, anuncios de televisión, cómics, vídeos en YouTube; que el abusón sea visto como un repugnante miserable; que se eduque a los niños en el aborrecimiento a ese maltrato y en la defensa del maltratado; que los perseguidores queden públicamente expuestos como lo que son, unos seres despreciables, cobardes y ridículos.

Pero la segunda condición es aún más esencial, y es la actitud de los centros, de los profesores y de los jueces. En el tema de Carla, no ha sucedido nada; no ha habido ni responsabilidades ni consecuencias. La Fiscalía de Menores de Oviedo archivó el caso al cumplirse el año del suicidio de la niña; la familia de Carla y la Asociación Contra el Acoso Escolar luchan para que se reabra. Tengo la terrible sensación de que muchos colegios prefieren tapar estos asuntos y mirar para otro lado, cuando, por el contrario, deberían tener programas y protocolos especiales para prevenir semejante martirio. Y, si los profesores y los centros educativos fallan, tiene que entrar en funcionamiento el sistema legal. Se puede y se debe castigar ejemplarmente: por ejemplo, en 2011 el colegio Amor de Dios de Alcorcón fue condenado a pagar 40.000 euros por el acoso continuado de un crío desde los 7 hasta los 10 años. Es fácil ignorar el sufrimiento de los niños porque en realidad protestan muy poco; no esperemos para combatirlo a que se tiren desde el acantilado.

Fuente:

www.facebook.com/escritorarosamontero, www.rosa-montero.com, @BrunaHusky, a través de http://elpais.com/

 

Publicaciones relacionadas:

http://bitacoraacosoescolarbullying.blogspot.com.es/2014/03/agresion-escolar-y-salto-al-vacio.html

http://bitacoraacosoescolarbullying.blogspot.com.es/2014/04/me-van-buscar-nadie-me-va-defender.html

sábado, 3 de mayo de 2014

11 años es la edad en que los niños sufren más acoso escolar

 

11 años es la edad en que los niños sufren más acoso escolarNo es fácil tener 11 años. Diversos estudios revelan que los niños de hoy no sólo deben enfrentar emociones nuevas a esa edad producto del explosivo desarrollo hormonal del inicio de la pubertad, que se adelantó en al menos dos años. En el colegio, además, las reglas cambiaron: ya no hay un sólo profesor y surge la exigencia por ser más autónomos. Todo eso hace que el estrés aumente y los estados de ánimo cambien en cosa de horas.Esas son algunas de las razones que pueden explicar por qué esa edad coincide con los índices de violencia más frecuentes entre pares. Es lo que determinó el estudio “El malestar en la Escuela: Relación entre victimización, clima de aula y clima escolar”, de la U. Católica de Valparaíso que revela que el peak de agresiones se vive en sexto básico: a los 11 años.

La investigación consideró 4.869 estudiantes de 4º, 6º y 8º básico de la V Región, de colegios municipales, particulares y subvencionados. El informe establece que en 4º básico los niños que reportan haber sufrido una o más agresiones físicas y verbales en la última semana fueron 1.924 (suma de ambos indicadores). Esa cifra aumenta a 2.084 en sexto y disminuye a 1.767 en octavo.

Verónica López, psicóloga de la PUCV que participó en el estudio, dice que los resultados son coincidentes con otras investigaciones que revelan lo complejo de esa edad: una etapa de la vida donde la niñez comienza a quedar atrás, se conforman grupos del mismo sexo, se definen jerarquías de poder y surge la necesidad de definirse y resaltar. “Reaccionar agresivamente es una forma de llamar la atención. El sentido de afirmación está puesto en relación con lo que los otros piensan sobre ellos”.

El Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo Unesco Urealc, que midió clima escolar en 16 países de la región, muestra el mismo fenómeno: 6º básico es el curso donde más agresiones se reportan en todos los países y Chile lidera las cifras con el peor clima escolar de la encuesta en ese nivel.

Edad límite

El inicio de la pubertad en ambos sexos explica parte del problema, dicen los expertos. En el caso de las niñas, éstas tienen su primera menstruación a esa edad (11,87 años), según un estudio a 3.000 escolares, realizado por las universidades Católica y de los Andes. Mientras que la mayoría dice sentirse más descontenta con su cuerpo, según la Encuesta Nacional británica “Comprendiendo el bienestar de los niños”.

En los niños también comienzan los primeros cambios hormonales. En ambos, la glándula suprarrenal produce altas cantidades de cortisol, hormona del estrés, para generar un estado de alerta, lo que influye en que su ánimo sea más explosivo. “No tienen claro quiénes son ni qué piensan los demás sobre ellos”, dice María Isidora Mena, sicóloga educacional de la U. San Sebastián. “Al principio, en vez de preocuparse de construir su propia identidad sólo contradicen a los adultos y se preocupan mucho de si los valida el otro género”, dice. A eso se suma, luego, que se defiendan ante todo, lo que aumenta el malestar hacia los demás.

En su cerebro una serie de procesos hacen que actúen de un modo más emocional que racional. Si a la edad de tres años en el cerebro se han formado casi 1.000 billones de conexiones neuronales, a los 11 años, el cerebro comienza a deshacerse de las conexiones innecesarias para madurar. Proceso que se inicia desde la parte posterior hacia delante, madurando primero todas las áreas asociadas con las emociones y la afectividad. Por eso lo racional no es parte de sus respuestas.

Más exigencias

Los expertos dicen que también influye el hecho de tener que adaptarse a nuevos escenarios en el colegio. Ernesto Treviño, director del Centro de Políticas Comparadas de Educación de la U. Diego Portales, explica que en 6° básico los niños tienen distintos profesores para diferentes materias y los docentes esperan que asuman más autonomía y responsabilidades. Muy distinto, dice, a lo que ocurría en 4º básico cuando un profesor daba todas las materias, lo que facilitaba el seguimiento y seguridad de los niños. “Llevan dos años en esa lucha por encontrar su acomodo y si bien no han alcanzado su desarrollo, su identidad es más estable y la hacen notar”.

Rafael Salgado, psicólogo que trabaja en un colegio de Viña del Mar, dice que el 80% de los profesores aprecia el paso por 6º básico como el momento en que los niños que antes eran tranquilos comienzan con problemas de conducta. “Ya no se consideran niños y quieren tener una opinión propia. Pero se comportan como niños la mayoría de las veces. Es en ese escenario ambiguo en el que se eleva la agresividad”, dice.

Por eso, el clima dentro de la sala de clases es crucial para la contención o no del bullying. De hecho, la sicóloga de la UCV dice que “su estudio muestra una relación estadísticamente significativa entre el nivel de agresión entre compañeros y el clima escolar. La relación entre profesores y estudiantes y el ambiente en clases influye mucho”, dice.

Identidad y agresión

Como están en pleno proceso de construcción de identidad y autoconfianza, “están muy pendientes de las reacciones del otro, por lo que a la hora de la agresión saben cómo lograrla de forma más sofisticada y defensivamente que cuando eran más chicos”, dice Mena.

¿Qué pueden hacer los padres? Muchos de ellos suelen confundir cualquier reacción del entorno como agresión hacia sus hijos, pero hay que tener cautela. “En todas las etapas hay agresiones y hasta un cierto nivel es bueno que los niños aprendan a defenderse”, asegura la sicóloga de la U. San Sebastián.

Por eso, dice, lo ideal es que los padres les enseñen desde pequeños a enfrentar al agresor sin violencia y a respetar no sólo por obediencia, sino por empatía. Eso les permitirá medir y controlar mejor sus emociones cuando la pubertad arribe y tener mayor seguridad, lo que los protege tanto de sufrir bullying como de ejercerlo. ¿Si no resulta? El niño debe recurrir a profesores y padres, pero éstos últimos nunca deben intentar solucionar el problema por sí mismos, aunque sí buscar una

discriminación y rechazo de sus pares puede afectar negativamente el proceso de construcción de su identidad”, dice Mena.

Fuente: http://elpinguino.com/