Acoso escolar e institucional (Pincha en la imagen)

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ACOSO ESCOLAR E INSTITUCIONAL (Pincha en la imagen)

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viernes, 20 de septiembre de 2013

Una historia de bullying sacada de una película de terror

 

1_1.jpgDecidió cambiarse de escuela en segundo año del secundario, y desde ese momento sufrió una serie de agresiones por las que dejó de ir al colegio, cayó en un pozo depresivo y padece fobia social.

La víctima Jonathan Montenegro terminó el primer año del nivel secundario sin problemas en el año 2010, y con un promedio de 9. Al año siguiente comenzó 2º año hasta concluir el primer trimestre, y en ese momento decidió pasarse a la Escuela Técnica Nº 1 porque quería seguir la carrera de Informática, y en dicho lugar se dicta esa orientación.

Jonathan se anotó en el turno tarde, pero al poco tiempo le reveló a sus padres que algunos compañeros lo molestaban a él y a otros chicos que estudiaban porque no hacían líos como ellos. No dejaban dar clases, daban escupitajos, arrojaban sillas y nadie hacía nada. Por este motivo su madre se acercó a la escuela y fue atendida por la preceptora del curso, quien manifestó que iba a intervenir en lo que ocurría.

El 28 de septiembre de 2011 le pegaron a Jonathan con un borrador en la cara, en la clase de ciudadanía estando el profesor. Éste le preguntó si quería mojarse el rostro, pero siguió con la clase. Tras esto Jonathan llegó a su casa nervioso y asustado por lo sucedido, y dijo no quería ir más a la escuela.

Al día siguiente su padre fue a hablar con la inspectora del establecimiento educativo, y le reveló lo sucedido hasta ese momento. La inspectora le aconsejó que anotara a Jonathan en el otro turno, y que ella se comprometía a ir a la escuela para interiorizarse de la situación.

Cursando en el turno mañana Jonathan terminó segundo año sin conflictos, y sin llevarse ninguna materia. Pero al comenzar tercer año en 2012 volvieron los problemas: recibió agresiones, insultos, provocaciones y amenazas, y hasta le pegaron en el recreo. El adolescente se defendió solo, mientras un compañero lo filmaba con el teléfono.

Estos hechos siguieron con amenazas e insultos en forma contínua, en el aula, en el recreo, en la formación y a la salida. Varias veces Jonathan le comunicó lo sucedido a las preceptoras, pero nadie hizo nada. E incluso un día la profesora de Lengua debió acompañó hasta tomar la bicicleta para que no le pegaran.

Comienza el declive

Toda esta serie de situaciones provocó que Jonathan comenzara a mostrar desgano por ir a la escuela, y alrededor del 18 de junio empezó a faltar hasta que dijo que no quería ir más a la escuela, aunque no reveló el motivo. Y desde la institución educativa nunca llamaron ni se acercaron a preguntar por qué uno de sus alumnos no asistía al lugar.

Cansado ya de la situación, el padre de Jonathan pidió el pase al colegio donde concurre su hermana, amigos y el hermanito a primaria, pero le dijeron que no había lugar y le recomendaron que volviera a la Escuela Técnica que había abandonado un par de meses antes por el bullying que sufría.

Luego de esto su madre lo lleva a una psicóloga, donde es atendido y ella le manifiesta que no quiere ir a la escuela porque se está preservando del daño causado.

En agosto por orientación de la psicóloga se aconseja que lo cambien de establecimiento, a la E.S.B. Nº 1, para que se encuentre seguro y contenido con sus amigos, y finalmente se le pase a su nueva institución educativa.

La peor parte

Jonathan comenzó a asistir a clases después de las vacaciones de invierno, pero a los pocos días sufrió una hipertensión arterial seguido de la caída en un estado depresivo profundo, por lo que comenzó a ser atendido por un psiquiatra infantil de Bragado. El médico aseguró que el chico estaba muy mal, que había que cuidarlo para que no se hiciera algo contra sí mismo, que no se lo podía dejar solo en ningún momento.

Para darle continuidad en sus tareas tuvo maestro domiciliario y finalizó aprobando todas sus materias, rindió una que no le alcanzó la nota y dio examen, el cual fue aprobado. Sin embargo, su madre tuvo que acompañarlo y esperarlo hasta que rindió la materia, porque no se animaba a ir ni a quedarse solo por la fobia que padecía.

En el verano comenzó a ir a la pileta entre dos y tres veces por semana con sus amigos, pero nunca se animó a ir solo: había que llevarlo e ir a buscarlo por el miedo que tenía de andar solo en la calle. A fines de febrero empezó a ir a un gimnasio y fue dos semanas a la escuela, hasta que volvió a caer en otro estado depresivo y fobia social.

Cuando se reavivó su estado depresivo (antes de Semana Santa) se le tramitó una maestra domiciliaria, la cual sigue asistiéndolo actualmente porque no puede superar la depresión y fobia social.

Para realizar las actividades lo atienden profesores particulares en su domicilio en las materias de matemática e inglés, y su madre lo ayuda en otras.

Además, debido a su encierro y falta de actividad física aumentó mucho de peso. Algo por lo cual hubo que ponerle un profesor de gimnasia, que va a su casa una vez por semana.

Todos los gastos (médicos, remedios, profesores particulares, etc.) están siendo solventados por los padres de Jonathan, ya que nunca existió un ofrecimiento del seguro escolar porque siempre se ocultaron los hechos.

(Infobae) a través de http://www.lv12.com.ar/